JAVIER FLORES
Una simple idea, por insignificante que parezca, puede cambiar al mundo. Con esta frase, Clarissa, de 17 años, concluyó su mensaje. Ella, junto con dos de sus compañeras, Doryan y Julisa, con apenas 16 años de edad, habían logrado su sueño: viajar a la ciudad de México para recibir el reconocimiento por su trabajo científico. Dos años antes, las adolescentes habían iniciado un estudio con la ayuda de una de sus maestras, la bióloga Esthela Olguín Gálvez, del Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos (CECT) del estado de Hidalgo, con el fin de evaluar el posible papel del mucílago del nopal (baba), para la obtención de agua potable, investigación con la que ganaron el primer lugar del Premio Nacional Juvenil del Agua, que recibieron la semana pasada en una ceremonia realizada en el Museo de Ciencias Universum de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).