DOI: 10.24850/b-imta-perspectivas-2021-10 Descarga PDF
En todo el mundo, un aspecto poco explorado en las conversaciones sobre el agua tiene que ver con las dimensiones relativas a su valor cultural o religioso.
A pesar de ello, las concepciones de millones de personas sobre el mundo natural están fuertemente influenciadas por consideraciones espirituales, que involucran sentimientos relativos al desdén, la indiferencia, el respeto o incluso el amor. En cierta medida, esto se debe a la separación tecnocrática que resulta de considerar a un compuesto natural multidimensional como un recurso a ser dominado y explotado, dejando a las fuerzas del mercado la evaluación de lo importante con criterios exclusivamente económicos.
Los cambios repentinos, detonados justamente por este modelo económico global, han impuesto una fuerte presión sobre nuestro planeta y su agua, que ha resultado en desequilibrios del ciclo hidrológico global, que hoy se manifiestan en eventos extremos, como sequías e inundaciones, la sobreexplotación de ríos y acuíferos, la degradación de la calidad del agua por las actividades humanas y, este año, la propagación espacial de un virus que pone en riesgo el aseguramiento de la salud y prosperidad de todas las naciones. La lección es simple: el planeta nos dice, a través de este virus, que nuestra salud personal sí se relaciona y afecta con la salud del planeta, y que con la degradación ecológica se entrelazan la salud humana y el crecimiento económico global.
Esto nos indica que hoy, más que nunca, necesitamos nuevas formas de mirar al mundo; cosmovisiones que nos permitan conectarnos como seres vivientes con este compuesto clave para la vida. Es imperativo construir entre toda la sociedad un nuevo ethos del agua que nos dé la posibilidad de guiar las decisiones en torno a ella en función de su conservación y su sustentabilidad; es decir, en función de la vida, la de los ciudadanos de hoy y la de nuestros hijos y nietos. Nuestra visión del mundo está cimentada no solo por conceptos técnicos o físicos, sino también por percepciones simbólicas, a veces inconscientes, y experiencias personales o grupales que quedan plasmadas en leyendas o historias que pasan de forma oral de generación en generación
El gran reto consiste en cómo operar esta reunificación de valores. No se trata de que una percepción conquiste a otra, sino de llegar al reconocimiento de que esta visión incompleta, que hemos tenido durante los últimos treinta años, nos ha llevado al borde de una crisis global. Por lo tanto, quizá por esa razón es que valga la pena el esfuerzo de reincorporar otras dimensiones en el análisis. En el IMTA estamos ciertos de que es necesario y posible producir desarrollo y movernos hacia un mundo sin pobreza e injusticia de la mano del agua, pero, a la vez, debemos respetar los límites de la sustentabilidad. De esta forma, se detona una transición hídrica que tiene su base en la ética por la vida y que busca asegurar la prosperidad de largo plazo para todos. La misión consiste en mantener la habilidad de todos los ecosistemas para dar soporte al mundo moderno y su desarrollo.
La reflexión ética en temas de agua nos permite dar forma a las discusiones y el necesario debate sobre acceso al agua, su manejo, distribución y utilización. Si bien existen diferentes significados del concepto de ética, este se asume como la reflexión sistemática sobre las acciones humanas, las instituciones y el carácter. Algunos teólogos complementan esta definición como el arte o ciencia que busca proveer sensibilidad y método al discernimiento de valores morales, incluyendo en la reflexión no solo los principios y la razón, sino también las experiencias grupales, las dimensiones afectivas y la imaginación resumida en símbolos e historias que detonan nuestra creatividad. Como el flujo de un río, la ética da forma a la manera en la que conducimos nuestra vida.
Diversas personas alrededor del mundo reconocen que, para construir este nuevo ethos del agua debemos volver la vista a lo local, al territorio. Sobre todo, hacia aquellas comunidades que, por medio de la organización, la participación y políticas basadas en la empatía, han logrado cuidar dentro de su universo a las personas que se encuentran en condiciones de mayor desventaja y con alta precariedad hídrica. Por lo tanto, la construcción de este nuevo ethos echa sus raíces más fuertes sobre las historias de las personas que alrededor del planeta sufren para cubrir sus necesidades hídricas básicas. El compartir y conversar esta visión entre usuarios nos permitirá caminar hacia un desarrollo económico y un bienestar social impulsado por el agua, en el que las industrias actúen de forma responsable, considerando una lente de sustentabilidad y reciclado completo del agua.
En todo el mundo se reconoce que el paradigma de planeación y gestión del agua del siglo XX, caracterizado por las grandes obras de infraestructura, la centralización, el manejo corporativo y la no representación de las personas en lo local, está agotado. Requerimos de un enfoque que supere la visión utilitaria del agua basada exclusivamente en una concepción física y materialista del mundo natural. Hoy, la construcción de la nueva política hídrica pasa necesariamente por la transformación hacia el reconocimiento de los olvidados, los que se quedaron atrás, los sin voz. Esto necesariamente requiere considerar una lente comunitaria, democrática, local, de pequeña escala y una tecnología que respete y trabaje con los procesos físicos del territorio y la concepción espiritual de sus habitantes, pensando no solo en los que existimos hoy, sino en los que habrán de seguir nuestros pasos mañana.
Hoy día es vital que la transformación que vive nuestro país en diversos ámbitos de la vida nacional se dé también en el sector hídrico. El agua es parte del territorio y de la identidad local. A través de ella se vinculan valores culturales, éticos y morales de las comunidades que expresan sus preocupaciones legítimas sobre la calidad y cantidad del agua de cuencas y acuíferos.
Por ello, la responsabilidad que tiene el IMTA, acompañando la labor de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, es la de generar el mejor conocimiento disponible en el mundo y ponerlo al servicio de la nación como una potente herramienta para la urgente transformación hídrica, mediante la atención de los problemas locales del agua en todo el territorio nacional. Lo hacemos porque es lo correcto, y como la inteligencia hídrica del gobierno y del pueblo de México trabajamos y continuaremos trabajando en desarrollar conocimiento científico-tecnológico en beneficio de toda la ciudadanía mexicana, impulsados por una conducta ética que busque como fin la sustentabilidad del agua y, por ende, la continuidad de la vida como la deseamos.
Colaboración de Adrián Pedrozo Acuña
Perspectivas IMTA Núm. 9, 2021