Es posible afirmar que el mundo académico del 2050 será completamente diferente al de hoy; más aún, será virtualmente irreconocible respecto a aquel que existió hace treinta años. Las instituciones académicas exitosas requerirán la generación de una amplia base de capacidades y líderes altamente calificados que posean habilidades combinadas que resulten de un conocimiento científico multidisciplinario, con uso de la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.
Dado que el agua es un elemento clave para el desarrollo social y económico de los países, esta evolución nos obliga a llevar a cabo una transformación de la manera en que enfrentamos y resolvemos los problemas hídricos. Por otro lado, las nuevas generaciones de científicos e ingenieros constituyen el elemento central de la revolución que se observa en el conocimiento al incorporar tecnologías de la información que han modificado por completo la manera en la que vivimos. De esta manera, evolucionamos con el mundo, transformando nuestro quehacer hacia formas de pensamiento cada vez más interdisciplinarias.
Por esta razón, es necesario construir las vías que favorezcan la evolución de nuestros especialistas hacia un grupo aún más activo, moderno, abierto y vibrante. Necesitamos científicos e ingenieros dedicados al agua que no solo desarrollen el mejor conocimiento disponible en el mundo, sino que tengan la capacidad para llevarlo de forma inmediata al corazón de las decisiones del gobierno para favorecer el desarrollo del país. Requerimos de un ecosistema de cooperación entre generaciones, campos de conocimiento e instituciones. Esto nos permitirá avanzar en la construcción de un México que permita el florecimiento del conocimiento y las ideas.
Los jóvenes, el conocimiento y la innovación representan las rutas críticas para revivir el crecimiento sustentable de México y cerrar la brecha social y tecnológica que ya existe.