class="contentpane"> Ciudad de las entrañas
Viernes, 25 de Junio de 2010 16:31
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1500 a. C.-1519 d.C.)

Valle y laguna

La zona central del altiplano mexicano ha sido habitada desde hace 20 000 años, como lo demuestran los restos encontrados en Tlapacoya y Tepexpan, aunque la principal vertiente de la civilización mesoamericana provino de la región del Golfo de México, conocida con el nombre genérico de olmeca.

Dentro del Valle de México destacan los restos encontrados en Tlatilco, fechados entre el 1500 a.C. y el 500 a.C. Es probable que las figurillas encontradas en ese lugar formaran parte de entierros. En general son representaciones de mujeres con modelos comunes y rasgos realistas muy delicados. También se han recuperado vasijas zoomorfas, sellos y otras figuras de tipo olmeca. En suma puede decirse que estos objetos fueron dedicados a un culto a los muertos que permaneció durante la época prehispánica y ha infuido incluso en algunas de sus manifestaciones contemporáneas.

Máscara de Tlatilco

Otros pueblos fueron asentándose en las fértiles orillas de los lagos. Practicaban una incipiente agricultura y complementaban su dieta con peces y anfibios de la laguna; insectos y mamíferos de los bosques cercanos. Algunos de los centros ceremoniales más destacados entre el año 500 a.C. y el primer siglo de nuestra era fueron Copilco, Tetelpan y Cuicuilco. Este último destacado por la pirámide circular cubierta por la erupción del volcán Xitle en el siglo I.

 

Vasija con motivo de Tláloc

El reinado de la serpiente

Entre el año 100 y el 900 de nuestra era florecieron en el área central de Mesoamérica diversas culturas y asentamientos que poco a poco fueron dominados por la ciudad de Teotihuacán (a 50 km al NE de la Ciudad de México). En esta época se consolidó una estratificación social y una extraordinaria planificación urbana con reglas arquitectónicas definidas y artes ligadas al complejo culto religioso y la vida cotidiana. Estas sociedades basaron su desarrollo en una agricultura planificada, comercio internacional y apoyo militar.

Sin embargo, entre los años 650 y 900 la ciudad pierde prominencia y cede su lugar a otras tales como Xochicalco, Cacaxtla y Cholula. El sitio hegemónico de corte imperialista que tuvo Teotihuacán es retomado por los Toltecas cuya cultura trascendió a las vicisitudes militares y los cambios políticos que llevaron a la caída de la ciudad de Tula en 1168. Son ahora grupos nahuas provenientes del Norte quienes establecen los reinos acolhua, chichimeca y tepaneca, dominantes en la zona de los valles centrales y los lagos. El legado tolteca es asimilado y desarrollado por estos grupos quienes fundan Tenayuca, Texcoco y Tlacopan.

La llegada del colibrí

Es hasta el siglo XIII cuando llega a la zona, proveniente de Aztlán (sitio tal vez mítico) el grupo mexica cuyo dios tutelar Huizilopochtli (Zurdo Colibrí) representa un carácter austero y guerrero. Conducidos por el sacerdote Tenoch, luchan contra los pueblos establecidos para conseguir un sitio en las riveras de los lagos. Hacia 1299 se establecen en Chapultepec, lugar privilegiado por su posición estratégica y recursos naturales, pero son expulsados por los Acohuas hacia un islote en el lago.

Es allí donde concluye la peregrinación secular de los mexicas; la señal para ello fue la visión de un águila devorando una serpiente sobre una planta de nopal que crecía sobre un islote. Fue así como se funda la ciudad de México-Tenochtitlan el 8 de junio de 1325.

La intensa actividad de los mexicas y el contacto con diversos pueblos de la región les permitió asimilar diversos conocimientos y expresiones culturales. En un período de tan sólo doscientos años lograron someter a pueblos vecinos, construir una ciudad extraordinaria y llevar su presencia a lugares tan lejanos como el Soconusco (Sur de Chiapas). Esta expansión se logró bajo la dirección de insignes gobernantes como Izcóatl, Moctezuma I, Axayácatl, Tizoc, Ahuizótl y Moctezuma II, de los disciplinados grupos de guerreros-águila y guerreros-jaguar y de los hábiles comerciantes. Hoy pueden verse esculpidas en piedra o pintadas en códices los nombres de muchos pueblos sometidos a tributo por los mexicas.

El recuerdo de Aztlán (ciudad-isla) es ampliado y consolidado empleando los antiguos modelos de Teotihuacan y Tula: orientación astronómica de los ejes de la ciudad y un recinto ceremonial al centro. Este complejo estaba delimitado por un muro (coatepantli) dentro del cual se encontraban los principales edificios.

Piedra del Sol

Museo de Antropología

Prodigio americano

El Templo Mayor era una doble pirámide dedicada a los dioses Tláloc (dios del agua y la lluvia, base del ciclo agrícola) y Huitzilopochtli (dios de la guerra, patrocinador de conquistas y tributos). Otros templos notables eran los dedicados a Quetzalcóatl (héroe-dios portador de la civilización) y Tezcatlipoca (dios que hace y cambia las cosas y los destinos) o el templo de Ehécatl (dios del viento). También se encontraban los recintos sacerdotales y los colegios para nobles como el Calmécac (sacerdotal) y el Telpochcalli (guerreros). El Templo Mayor representaba no sólo la marca visible de un vasto conjunto sino el centro cósmico de un universo que requería de sacrificios humanos para mantenerlo.

La pequeña isla, ampliada mediate un sistema de relleno y parcela llamado chinampa, daba origen a pequeños canales que servían a gran número de casas, palacios, templos, un zoológico completísimo, plazas, mercados y acueductos. Toda esta infraestructura contenía una organización social y política organizada en Calpulli (comunidades productivas) reunidos en parcialidades: Azacoalco (NE), Zoquipan (SE), Moyotla (SO) y Cuepopan (NO).

Ecología olvidada

La ciudad mantenía una intensa relación con el resto del valle mediante enormes calzadas de puentes y represas: hacia el poniente la de Tlacopan, hacia el sur la de Xochimilco y hacia el norte la de Tepeyacac, así como bulliciosos embarcaderos. El tráfico de productos que llegaban a la ciudad por canoa y carga humana llenaban los tiangüis (mercados), que en el caso de Tlaltelolco ofrecía toda clase de productos.

Los lagos, que recibían cargas de agua dulce y salobre no permitían el consumo humano de agua potable, por lo que los mexicas emprendieron la construcción de un acueducto que traía el líquido de los manantiales de Chapultepec. Para contener el ascenso de las aguas se construyó un dique para las provenientes del lago de Texcoco.

La ciudad e México-Tenochtitlan y el conjunto de pueblos del Valle mantenían una vez más la relación simbiótica entre el mundo rural y el urbano que se fue definiendo desde los olmecas y establece su carácter hasta nuestros días. Para 1519 la ciudad poseía el refinamiento y la magnificencia de las más importantes urbes del mundo. No obstante, no deja de asombrarnos cada vez que, por azar o necesidad, surge alguno de sus fragmentos de las entrañas de la actual Ciudad de México.

Fuente: mexicocity

Ciudad de las entrañas

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1500 a. C.-1519 d.C.)

Valle y laguna

La zona central del altiplano mexicano ha sido habitada desde hace 20 000 años, como lo demuestran los restos encontrados en Tlapacoya y Tepexpan, aunque la principal vertiente de la civilización mesoamericana provino de la región del Golfo de México, conocida con el nombre genérico de olmeca.

Dentro del Valle de México destacan los restos encontrados en Tlatilco, fechados entre el 1500 a.C. y el 500 a.C. Es probable que las figurillas encontradas en ese lugar formaran parte de entierros. En general son representaciones de mujeres con modelos comunes y rasgos realistas muy delicados. También se han recuperado vasijas zoomorfas, sellos y otras figuras de tipo olmeca. En suma puede decirse que estos objetos fueron dedicados a un culto a los muertos que permaneció durante la época prehispánica y ha infuido incluso en algunas de sus manifestaciones contemporáneas.

Máscara de Tlatilco

Otros pueblos fueron asentándose en las fértiles orillas de los lagos. Practicaban una incipiente agricultura y complementaban su dieta con peces y anfibios de la laguna; insectos y mamíferos de los bosques cercanos. Algunos de los centros ceremoniales más destacados entre el año 500 a.C. y el primer siglo de nuestra era fueron Copilco, Tetelpan y Cuicuilco. Este último destacado por la pirámide circular cubierta por la erupción del volcán Xitle en el siglo I.

 

Vasija con motivo de Tláloc

El reinado de la serpiente

Entre el año 100 y el 900 de nuestra era florecieron en el área central de Mesoamérica diversas culturas y asentamientos que poco a poco fueron dominados por la ciudad de Teotihuacán (a 50 km al NE de la Ciudad de México). En esta época se consolidó una estratificación social y una extraordinaria planificación urbana con reglas arquitectónicas definidas y artes ligadas al complejo culto religioso y la vida cotidiana. Estas sociedades basaron su desarrollo en una agricultura planificada, comercio internacional y apoyo militar.

Sin embargo, entre los años 650 y 900 la ciudad pierde prominencia y cede su lugar a otras tales como Xochicalco, Cacaxtla y Cholula. El sitio hegemónico de corte imperialista que tuvo Teotihuacán es retomado por los Toltecas cuya cultura trascendió a las vicisitudes militares y los cambios políticos que llevaron a la caída de la ciudad de Tula en 1168. Son ahora grupos nahuas provenientes del Norte quienes establecen los reinos acolhua, chichimeca y tepaneca, dominantes en la zona de los valles centrales y los lagos. El legado tolteca es asimilado y desarrollado por estos grupos quienes fundan Tenayuca, Texcoco y Tlacopan.

La llegada del colibrí

Es hasta el siglo XIII cuando llega a la zona, proveniente de Aztlán (sitio tal vez mítico) el grupo mexica cuyo dios tutelar Huizilopochtli (Zurdo Colibrí) representa un carácter austero y guerrero. Conducidos por el sacerdote Tenoch, luchan contra los pueblos establecidos para conseguir un sitio en las riveras de los lagos. Hacia 1299 se establecen en Chapultepec, lugar privilegiado por su posición estratégica y recursos naturales, pero son expulsados por los Acohuas hacia un islote en el lago.

Es allí donde concluye la peregrinación secular de los mexicas; la señal para ello fue la visión de un águila devorando una serpiente sobre una planta de nopal que crecía sobre un islote. Fue así como se funda la ciudad de México-Tenochtitlan el 8 de junio de 1325.

La intensa actividad de los mexicas y el contacto con diversos pueblos de la región les permitió asimilar diversos conocimientos y expresiones culturales. En un período de tan sólo doscientos años lograron someter a pueblos vecinos, construir una ciudad extraordinaria y llevar su presencia a lugares tan lejanos como el Soconusco (Sur de Chiapas). Esta expansión se logró bajo la dirección de insignes gobernantes como Izcóatl, Moctezuma I, Axayácatl, Tizoc, Ahuizótl y Moctezuma II, de los disciplinados grupos de guerreros-águila y guerreros-jaguar y de los hábiles comerciantes. Hoy pueden verse esculpidas en piedra o pintadas en códices los nombres de muchos pueblos sometidos a tributo por los mexicas.

El recuerdo de Aztlán (ciudad-isla) es ampliado y consolidado empleando los antiguos modelos de Teotihuacan y Tula: orientación astronómica de los ejes de la ciudad y un recinto ceremonial al centro. Este complejo estaba delimitado por un muro (coatepantli) dentro del cual se encontraban los principales edificios.

Piedra del Sol

Museo de Antropología

Prodigio americano

El Templo Mayor era una doble pirámide dedicada a los dioses Tláloc (dios del agua y la lluvia, base del ciclo agrícola) y Huitzilopochtli (dios de la guerra, patrocinador de conquistas y tributos). Otros templos notables eran los dedicados a Quetzalcóatl (héroe-dios portador de la civilización) y Tezcatlipoca (dios que hace y cambia las cosas y los destinos) o el templo de Ehécatl (dios del viento). También se encontraban los recintos sacerdotales y los colegios para nobles como el Calmécac (sacerdotal) y el Telpochcalli (guerreros). El Templo Mayor representaba no sólo la marca visible de un vasto conjunto sino el centro cósmico de un universo que requería de sacrificios humanos para mantenerlo.

La pequeña isla, ampliada mediate un sistema de relleno y parcela llamado chinampa, daba origen a pequeños canales que servían a gran número de casas, palacios, templos, un zoológico completísimo, plazas, mercados y acueductos. Toda esta infraestructura contenía una organización social y política organizada en Calpulli (comunidades productivas) reunidos en parcialidades: Azacoalco (NE), Zoquipan (SE), Moyotla (SO) y Cuepopan (NO).

Ecología olvidada

La ciudad mantenía una intensa relación con el resto del valle mediante enormes calzadas de puentes y represas: hacia el poniente la de Tlacopan, hacia el sur la de Xochimilco y hacia el norte la de Tepeyacac, así como bulliciosos embarcaderos. El tráfico de productos que llegaban a la ciudad por canoa y carga humana llenaban los tiangüis (mercados), que en el caso de Tlaltelolco ofrecía toda clase de productos.

Los lagos, que recibían cargas de agua dulce y salobre no permitían el consumo humano de agua potable, por lo que los mexicas emprendieron la construcción de un acueducto que traía el líquido de los manantiales de Chapultepec. Para contener el ascenso de las aguas se construyó un dique para las provenientes del lago de Texcoco.

La ciudad e México-Tenochtitlan y el conjunto de pueblos del Valle mantenían una vez más la relación simbiótica entre el mundo rural y el urbano que se fue definiendo desde los olmecas y establece su carácter hasta nuestros días. Para 1519 la ciudad poseía el refinamiento y la magnificencia de las más importantes urbes del mundo. No obstante, no deja de asombrarnos cada vez que, por azar o necesidad, surge alguno de sus fragmentos de las entrañas de la actual Ciudad de México.

Fuente: mexicocity