class="contentpane"> Ciudad viva
Viernes, 02 de Octubre de 2009 16:19
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Luis Maldonado Venegas 01 de octubre de 2009
En el siglo XVI, años después de su llegada a lo que hoy es el valle de México, el cronista Bernal Díaz del Castillo describiría Tenochtitlán con asombro: “Y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblaciones, y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba a México, nos quedamos admirados y decíamos que aquello parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua y todos de calicanto, y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños...”.
 
Dándole alas a la imaginación, podríamos advertir en el bello escenario lacustre de Tenochtitlán espectaculares edificaciones que la tenían convertida en una de las más grandes ciudades del mundo en su tiempo, con alrededor de 300 mil habitantes (hay quienes refieren que eran 500 mil), más de los 120 mil que tenía Sevilla, los 100 mil de Lisboa, los 60 mil de Madrid, los 200 mil de Londres; amplias y largas avenidas, centenares de embarcaciones en numerosos canales, con puentes de madera que los indígenas retiraban por las noches para regular las aguas del lago y para resguardar casas y palacios de eventuales ataques.
 
A comienzos del siglo XIX (1803-1804), el geógrafo prusiano Alejandro von Humboldt, entonces residente temporal de una casona en la hoy calle de Uruguay, parece haber quedado prendado de la ciudad, pues a él se le atribuye haberla llamado “La ciudad de los palacios”.
Más de 150 años después, en Las Américas y la civilización: proceso de formación y causas del desarrollo desigual de los pueblos americanos (1972), el sociólogo y antropólogo brasileño Darcy Ribeiro llamó a la ciudad de México “la más prodigiosa del continente” en sus tres dimensiones: la indígena, la colonial y la nacional.
 
Hoy, la antigua y señorial Tenochtitlán es una sedienta y contaminada megalópolis que hace tiempo desbordó sus límites con 59 municipios conurbados, para transformarse en la llamada Zona Metropolitana del Valle de México, en la que viven casi 20 millones de seres humanos. Es la novena metrópoli más poblada del mundo y la segunda más habitada de Latinoamérica, sólo después de Sao Paulo (Brasil). Mientras la antigua Tenochtitlán era gobernada por los jefes de 20 calpullis, la urbe gigantesca del siglo XXI es administrada por 16 delegaciones y una ley promulgada ¡hace casi 30 años!
 
Por los 11 mil kilómetros de las 25 mil calles de la ciudad de México,circulan casi 4 millones de automotores que arrojan a la atmósfera alrededor de 13 mil toneladas de contaminantes cada día, que se suman a las aportadas por más de 30 mil industrias. Basura, hundimiento, contaminación y crecimiento parecen haber llegado al límite.  Es un desafío tan grande como la grandeza de su historia. Motivo de más para asumir que Tenochtitlán sigue y seguirá estando viva.  Presidente del CEN de Convergencia y senador de la República
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Ciudad viva

Viernes, 02 de Octubre de 2009 16:19
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Luis Maldonado Venegas 01 de octubre de 2009
En el siglo XVI, años después de su llegada a lo que hoy es el valle de México, el cronista Bernal Díaz del Castillo describiría Tenochtitlán con asombro: “Y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblaciones, y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba a México, nos quedamos admirados y decíamos que aquello parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua y todos de calicanto, y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños...”.
 
Dándole alas a la imaginación, podríamos advertir en el bello escenario lacustre de Tenochtitlán espectaculares edificaciones que la tenían convertida en una de las más grandes ciudades del mundo en su tiempo, con alrededor de 300 mil habitantes (hay quienes refieren que eran 500 mil), más de los 120 mil que tenía Sevilla, los 100 mil de Lisboa, los 60 mil de Madrid, los 200 mil de Londres; amplias y largas avenidas, centenares de embarcaciones en numerosos canales, con puentes de madera que los indígenas retiraban por las noches para regular las aguas del lago y para resguardar casas y palacios de eventuales ataques.
 
A comienzos del siglo XIX (1803-1804), el geógrafo prusiano Alejandro von Humboldt, entonces residente temporal de una casona en la hoy calle de Uruguay, parece haber quedado prendado de la ciudad, pues a él se le atribuye haberla llamado “La ciudad de los palacios”.
Más de 150 años después, en Las Américas y la civilización: proceso de formación y causas del desarrollo desigual de los pueblos americanos (1972), el sociólogo y antropólogo brasileño Darcy Ribeiro llamó a la ciudad de México “la más prodigiosa del continente” en sus tres dimensiones: la indígena, la colonial y la nacional.
 
Hoy, la antigua y señorial Tenochtitlán es una sedienta y contaminada megalópolis que hace tiempo desbordó sus límites con 59 municipios conurbados, para transformarse en la llamada Zona Metropolitana del Valle de México, en la que viven casi 20 millones de seres humanos. Es la novena metrópoli más poblada del mundo y la segunda más habitada de Latinoamérica, sólo después de Sao Paulo (Brasil). Mientras la antigua Tenochtitlán era gobernada por los jefes de 20 calpullis, la urbe gigantesca del siglo XXI es administrada por 16 delegaciones y una ley promulgada ¡hace casi 30 años!
 
Por los 11 mil kilómetros de las 25 mil calles de la ciudad de México,circulan casi 4 millones de automotores que arrojan a la atmósfera alrededor de 13 mil toneladas de contaminantes cada día, que se suman a las aportadas por más de 30 mil industrias. Basura, hundimiento, contaminación y crecimiento parecen haber llegado al límite.  Es un desafío tan grande como la grandeza de su historia. Motivo de más para asumir que Tenochtitlán sigue y seguirá estando viva.  Presidente del CEN de Convergencia y senador de la República
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