class="contentpane"> Pobreza por el agua
Viernes, 05 de Febrero de 2010 12:59
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tomando-aguaEl Valle de Lluta, en la Región de Arica y Parinacota, en el extremo norte de Chile, se mantiene en la pobreza “por el agua”. Así lo puntualizan los aymaras. Se trata de la mala calidad del agua y su contaminación. La sanitaria Aguas del Altiplano y la concesionaria Desaliri, vierten agua sin tratar en el río Lluta. Los pequeños agricultores están indignados. No es la primera vez que ocurre un desastre ambiental en el valle.

El vertido, resultado del proceso de desalinización que efectúa la concesionaria -según resolución de calificación ambiental de 1999- debía realizarse en el borde costero, pero la empresa la vertía directamente al río, afectando bofedales y cultivos. “Chile firmó, y ya entró en vigencia, el Convenio 169 de la OIT, que contempla la protección del medioambiente en nuestras tierras ancestrales. Ahora debiesen respetarse nuestra voz y territorio. Pero nuestro problema del agua no es asumido por las autoridades”, dice Tomás Lara Choque, presidente de la junta de vecinos y secretario de la comunidad indígena de Putre, pueblo prehispánico de 1.203 habitantes, en el extremo noreste de la región, cerca del límite con Bolivia.

Putre vive precariamente del cultivo de alfalfa y orégano. “Acá no hay trabajo ni disposición ni voluntad de las autoridades para realizar avances. Poblados cercanos como Belén, Caquena, Chapiquiña, Guallatire, Tignámar o Socoroma, desaparecen lentamente. Los jóvenes emigran por razones de estudio o trabajo. Se produce un grave despoblamiento. Y no existe preocupación gubernamental”, agrega Lara.

El río Lluta recorre 147 kilómetros. Su cuenca tiene más de 3.300 km2. Sólo se cultiva un 37% -unas 2.784 hectáreas- del total de tierras agrícolas. El resto no se puede aprovechar pues no hay suficiente agua de buena calidad. El agua del río está contaminada con boro y arsénico, perjudicando los cultivos. “Esa es una de las causas de nuestra pobreza”, dice Lara. “Según estudios de universidades, los altos índices de boro y arsénico en el agua se deben a la existencia de depósitos en los salares y en el suelo. Es una condición natural, debido a las formaciones rocosas del Altiplano. El río Lluta y sus afluentes presentan varios problemas de calidad de aguas, por lo que el Valle de Lluta está limitado para la agricultura mientras el gobierno no implemente un plan que mejore la calidad de nuestra agua”, dice Marisol Huanca, agricultora y panadera del villorrio Inti Phaxi, de Socoroma, en el Valle de Lluta; dirigenta de la Red de Mujeres Rurales y de la Asociación Indígena Markan Pachaqahantati (Renacer del pueblo).

La contaminación del agua en gran medida condiciona el desarrollo económico del valle. A eso se agrega la crónica carencia de recursos estatales. “El Valle de Azapa -más al norte de Lluta- tiene muchos más cultivos y mejor calidad de agua. Aunque posee menos agua, Azapa tiene acceso a exportar productos”, agrega Huanca.

Ambos coinciden en que el Estado debe impulsar estudios que investiguen cómo disminuir los contaminantes. Algunos comuneros ven con buenos ojos el que se construya un embalse. “Se deben tomar decisiones adecuadas. Hay expertos que no recomiendan construir embalses porque no mejoraría la calidad del agua en forma sustancial. Y se acumularían sedimentos tóxicos que podrían ser liberados de forma descontrolada, como ocurrió recientemente con Desaliri y Aguas del Altiplano, y como ha sucedido más de una vez en el río Lluta por irresponsabilidad de empresas y autoridades”, dice Lara.

El sector altiplánico de la Región de Arica y Parinacota es uno de los más pobres de Chile. “Aunque hay agua, la contaminación impide variedad de sembrados: aún hay cebollas, betarragas, ajos y tomates. No tenemos apoyo para la exportación y comercialización de productos. Faltan proyectos e información, y más unión de nuestros agricultores. Están instalándose semilleras españolas, algunas transgénicas, en los valles de Azapa y Lluta. Eso afectará al agricultor común. Recién estamos aprendiendo lo que significa ‘transgénico’. Sabemos que es perjudicial. Lo mismo los TLC. Nunca nos preguntaron si los queríamos”, dice Huanca.

Una investigación de la Universidad de Tarapacá y de la Fundación para la Innovación Agraria halló la forma de reducir el boro del agua en el valle. Pero el sistema resulta carísimo: 22 millones de pesos. Aunque la ley de Riego subvenciona un 75%, pagar casi 6 millones de pesos es un lujo para los pequeños agricultores y ancianos aymaras. Según el gobierno, el sistema automatizado reduce el boro de 350 m3 de agua por día, dejando el agua apta para cultivos hidropónicos equivalentes a lo que producen 40 hectáreas de cultivo tradicional, o para cultivos con riego por goteo, de 10 hectáreas. Las autoridades presentan el proyecto como un esfuerzo por romper el ciclo de pobreza, predominante en muchos de los valles y oasis del Norte Grande, “afectados por la alta salinidad de sus aguas y la baja rentabilidad de sus cultivos”. Mientras, la pobreza sigue ahí.

“Pequeños agricultores y ancianos no tienen acceso a estos proyectos. La contaminación frena el desarrollo agrícola del Valle de Lluta, a pesar de la disponibilidad de tierras cultivables y el caudal para riego. Lluta, que presenta condiciones muy similares de clima y suelo que el Valle de Azapa, está en desventaja. Además, siguen contaminando el valle. Un grupo de comuneros quería hacer un camino para subir a un cerro y sembrarlo, sin embargo, las autoridades no lo permitieron. Pero a una empresa como Pollos Ariztía la dejaron cercar todo un cerro, donde colocaron gallineros y contaminan”, dice Huanca.

Otro problema con el agua, que los obligó a unirse, fue el colapso del alcantarillado en las casas entregadas por la Corporación Arica Parinacota: “Cuando colapsó el agua servida, nos echaron la culpa, y ni siquiera teníamos los títulos de dominio de las casas. Era una irregularidad… El pozo, mal construido, se derrumbó, y el agua servida se rebalsó. Era un foco de infecciones y mal olor. El Servicio de Salud nos culpó. Pero culpable era la empresa constructora y las autoridades. Tras meses de protestas hicimos efectiva la garantía para que la constructora se hiciera responsable. Hubo solución, aunque no tratamiento para las aguas contaminadas”.

fuente

Pobreza por el agua

Viernes, 05 de Febrero de 2010 12:59
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tomando-aguaEl Valle de Lluta, en la Región de Arica y Parinacota, en el extremo norte de Chile, se mantiene en la pobreza “por el agua”. Así lo puntualizan los aymaras. Se trata de la mala calidad del agua y su contaminación. La sanitaria Aguas del Altiplano y la concesionaria Desaliri, vierten agua sin tratar en el río Lluta. Los pequeños agricultores están indignados. No es la primera vez que ocurre un desastre ambiental en el valle.

El vertido, resultado del proceso de desalinización que efectúa la concesionaria -según resolución de calificación ambiental de 1999- debía realizarse en el borde costero, pero la empresa la vertía directamente al río, afectando bofedales y cultivos. “Chile firmó, y ya entró en vigencia, el Convenio 169 de la OIT, que contempla la protección del medioambiente en nuestras tierras ancestrales. Ahora debiesen respetarse nuestra voz y territorio. Pero nuestro problema del agua no es asumido por las autoridades”, dice Tomás Lara Choque, presidente de la junta de vecinos y secretario de la comunidad indígena de Putre, pueblo prehispánico de 1.203 habitantes, en el extremo noreste de la región, cerca del límite con Bolivia.

Putre vive precariamente del cultivo de alfalfa y orégano. “Acá no hay trabajo ni disposición ni voluntad de las autoridades para realizar avances. Poblados cercanos como Belén, Caquena, Chapiquiña, Guallatire, Tignámar o Socoroma, desaparecen lentamente. Los jóvenes emigran por razones de estudio o trabajo. Se produce un grave despoblamiento. Y no existe preocupación gubernamental”, agrega Lara.

El río Lluta recorre 147 kilómetros. Su cuenca tiene más de 3.300 km2. Sólo se cultiva un 37% -unas 2.784 hectáreas- del total de tierras agrícolas. El resto no se puede aprovechar pues no hay suficiente agua de buena calidad. El agua del río está contaminada con boro y arsénico, perjudicando los cultivos. “Esa es una de las causas de nuestra pobreza”, dice Lara. “Según estudios de universidades, los altos índices de boro y arsénico en el agua se deben a la existencia de depósitos en los salares y en el suelo. Es una condición natural, debido a las formaciones rocosas del Altiplano. El río Lluta y sus afluentes presentan varios problemas de calidad de aguas, por lo que el Valle de Lluta está limitado para la agricultura mientras el gobierno no implemente un plan que mejore la calidad de nuestra agua”, dice Marisol Huanca, agricultora y panadera del villorrio Inti Phaxi, de Socoroma, en el Valle de Lluta; dirigenta de la Red de Mujeres Rurales y de la Asociación Indígena Markan Pachaqahantati (Renacer del pueblo).

La contaminación del agua en gran medida condiciona el desarrollo económico del valle. A eso se agrega la crónica carencia de recursos estatales. “El Valle de Azapa -más al norte de Lluta- tiene muchos más cultivos y mejor calidad de agua. Aunque posee menos agua, Azapa tiene acceso a exportar productos”, agrega Huanca.

Ambos coinciden en que el Estado debe impulsar estudios que investiguen cómo disminuir los contaminantes. Algunos comuneros ven con buenos ojos el que se construya un embalse. “Se deben tomar decisiones adecuadas. Hay expertos que no recomiendan construir embalses porque no mejoraría la calidad del agua en forma sustancial. Y se acumularían sedimentos tóxicos que podrían ser liberados de forma descontrolada, como ocurrió recientemente con Desaliri y Aguas del Altiplano, y como ha sucedido más de una vez en el río Lluta por irresponsabilidad de empresas y autoridades”, dice Lara.

El sector altiplánico de la Región de Arica y Parinacota es uno de los más pobres de Chile. “Aunque hay agua, la contaminación impide variedad de sembrados: aún hay cebollas, betarragas, ajos y tomates. No tenemos apoyo para la exportación y comercialización de productos. Faltan proyectos e información, y más unión de nuestros agricultores. Están instalándose semilleras españolas, algunas transgénicas, en los valles de Azapa y Lluta. Eso afectará al agricultor común. Recién estamos aprendiendo lo que significa ‘transgénico’. Sabemos que es perjudicial. Lo mismo los TLC. Nunca nos preguntaron si los queríamos”, dice Huanca.

Una investigación de la Universidad de Tarapacá y de la Fundación para la Innovación Agraria halló la forma de reducir el boro del agua en el valle. Pero el sistema resulta carísimo: 22 millones de pesos. Aunque la ley de Riego subvenciona un 75%, pagar casi 6 millones de pesos es un lujo para los pequeños agricultores y ancianos aymaras. Según el gobierno, el sistema automatizado reduce el boro de 350 m3 de agua por día, dejando el agua apta para cultivos hidropónicos equivalentes a lo que producen 40 hectáreas de cultivo tradicional, o para cultivos con riego por goteo, de 10 hectáreas. Las autoridades presentan el proyecto como un esfuerzo por romper el ciclo de pobreza, predominante en muchos de los valles y oasis del Norte Grande, “afectados por la alta salinidad de sus aguas y la baja rentabilidad de sus cultivos”. Mientras, la pobreza sigue ahí.

“Pequeños agricultores y ancianos no tienen acceso a estos proyectos. La contaminación frena el desarrollo agrícola del Valle de Lluta, a pesar de la disponibilidad de tierras cultivables y el caudal para riego. Lluta, que presenta condiciones muy similares de clima y suelo que el Valle de Azapa, está en desventaja. Además, siguen contaminando el valle. Un grupo de comuneros quería hacer un camino para subir a un cerro y sembrarlo, sin embargo, las autoridades no lo permitieron. Pero a una empresa como Pollos Ariztía la dejaron cercar todo un cerro, donde colocaron gallineros y contaminan”, dice Huanca.

Otro problema con el agua, que los obligó a unirse, fue el colapso del alcantarillado en las casas entregadas por la Corporación Arica Parinacota: “Cuando colapsó el agua servida, nos echaron la culpa, y ni siquiera teníamos los títulos de dominio de las casas. Era una irregularidad… El pozo, mal construido, se derrumbó, y el agua servida se rebalsó. Era un foco de infecciones y mal olor. El Servicio de Salud nos culpó. Pero culpable era la empresa constructora y las autoridades. Tras meses de protestas hicimos efectiva la garantía para que la constructora se hiciera responsable. Hubo solución, aunque no tratamiento para las aguas contaminadas”.

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