class="contentpane"> Sociedad de la información vs. Sociedad del conocimiento
Lunes, 07 de Septiembre de 2009 16:54
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Desde que el hombre es hombre ha sentido la necesidad de comunicar, poner en común conocimiento ideas o conceptos. Prueba de ello son las pinturas de la cueva de Altamira que exhiben una escena de caza, las cuales además ponen de manifiesto otra necesidad humana más relacionada con la imagen: capturar el movimiento.

En un primer momento la comunicación, la transmisión del conocimiento, se realizaba por vía la palabra, el boca a boca. Los ciegos, juglares y demás difusores la tradición oral han sido los que han propiciado que las mismas historias y personajes se den en toda la geografía española. El sacamantecas de Gádor era a su vez el sacauntos asturiano y demás personajes de la mitología popular con los que asustar a los niños en la geografía española. En este momento de la historia, como decimos, no existe ningún documento escrito, tan sólo las leyendas que han pasado de generación en generación.
 
No es hasta la aparición de la imprenta de Gutenberg cuando ese conocimiento multicultural y espontáneo se recoge por escrito en papel. Esto introduce posibilidades como recoger esos mensajes en un soporte que aporte perdurabilidad a lo largo de los años. Por el contrario, la multicuturalidad y riqueza de los mensajes se ven constreñidos al contenido recogido en las dimensiones del papel, que a su vez es un mensaje globalizado con posibilidad de traspasar las fronteras naturales y del idioma, mediante la traducción de los mismos. De esta manera, pasamos así de la leyenda popular del sacamantecas de Gádor al lobo de Caperucita Roja, una leyenda que se contaba a los niños para que no se adentrarán sólos al bosque y que Perrault modificó en su final, haciéndolo más digerible para el público, en general. Este paso de lo local a lo global queda sintetizado en las teorías de Marshall McLuhan de la aldea global, en la cual podemos tratar y comentar los mismos mensajes que un ciudadano que se encuentre en Pekín.


Las bases para este pensamiento globalizado vienen a ser reforzadas con la aparición de Internet, allá en los años 80. Un medio en el cual se dan cita el sacamantecas, el sacauntos, las diferentes versiones de la Caperucita Roja, con o sin salida triunfal de la niña y su abuela del estómago del lobo,... Es la llamada Sociedad de la Información, en la cual se comparten unos temas comunes con la globalidad de los usuarios de la red. No obstante y según se mire, surge un problema o una ventaja, y es que, al no contar con unas reglas del juego en lo que se iba a configurar como la herramienta de intercambio de conocimientos más potente y eficaz entre universidades (este al menos era el planteamiento inicial de Internet); no existen mecanismos de control sobre la información compartida con los demás usuarios de la red. De esta manera, el título Caperucita_Roja_69 puede responder a una web de contenidos que poco o nada tienen que ver con la niña que confundió a su abuela con un lobo y que mucho menos tales contenidos estén dirigidos al público infantil.


La idílica aldea de McLuhan se trasnforma así en lo que J. Echevarría denominó Telépolis, cuyas bases las componen la tecnocracia y la sociedad de consumo, fruto de ello fue el auge y ocaso de las .COM. Telépolis es una comunidad de auténticos extraños donde todo se ha de poner en tela de juicio. Al igual que la energía, Intenet ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma. Esta situación cambia con la llegada de las llamadas Web 2.0 y la Sociedad del Conocimiento. Los postulados de la nueva Sociedad del Conocimiento vienen a resumirse en la selección por la información relevante y de calidad, descomponer los conocimientos preesatblecidos y hacerlos propios, mediante su deconstrucción; así como pasarlo por un tamiz donde lo que predomine sea la producción del conocimiento y no el interés tecnológico, que el fondo esté por encima de la forma. Las llamadas Web 2.0 facilitan estas ideas ya que se pasa de un modelo en el que un webmaster o generador de contenidos creaba éstos para ser consumidos por unos usuarios pasivos, meros recpetores de los mensajes; a un nueva construcción del conocimiento en la que el sitio web es un foro en el que se dan cita los usuarios consumidores, el webmaster, así como aquellos usuarios contribuyentes o generadores de contenidos y con permisos para publicar en estas webs.

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Sociedad de la información vs. Sociedad del conocimiento

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Desde que el hombre es hombre ha sentido la necesidad de comunicar, poner en común conocimiento ideas o conceptos. Prueba de ello son las pinturas de la cueva de Altamira que exhiben una escena de caza, las cuales además ponen de manifiesto otra necesidad humana más relacionada con la imagen: capturar el movimiento.

En un primer momento la comunicación, la transmisión del conocimiento, se realizaba por vía la palabra, el boca a boca. Los ciegos, juglares y demás difusores la tradición oral han sido los que han propiciado que las mismas historias y personajes se den en toda la geografía española. El sacamantecas de Gádor era a su vez el sacauntos asturiano y demás personajes de la mitología popular con los que asustar a los niños en la geografía española. En este momento de la historia, como decimos, no existe ningún documento escrito, tan sólo las leyendas que han pasado de generación en generación.
 
No es hasta la aparición de la imprenta de Gutenberg cuando ese conocimiento multicultural y espontáneo se recoge por escrito en papel. Esto introduce posibilidades como recoger esos mensajes en un soporte que aporte perdurabilidad a lo largo de los años. Por el contrario, la multicuturalidad y riqueza de los mensajes se ven constreñidos al contenido recogido en las dimensiones del papel, que a su vez es un mensaje globalizado con posibilidad de traspasar las fronteras naturales y del idioma, mediante la traducción de los mismos. De esta manera, pasamos así de la leyenda popular del sacamantecas de Gádor al lobo de Caperucita Roja, una leyenda que se contaba a los niños para que no se adentrarán sólos al bosque y que Perrault modificó en su final, haciéndolo más digerible para el público, en general. Este paso de lo local a lo global queda sintetizado en las teorías de Marshall McLuhan de la aldea global, en la cual podemos tratar y comentar los mismos mensajes que un ciudadano que se encuentre en Pekín.


Las bases para este pensamiento globalizado vienen a ser reforzadas con la aparición de Internet, allá en los años 80. Un medio en el cual se dan cita el sacamantecas, el sacauntos, las diferentes versiones de la Caperucita Roja, con o sin salida triunfal de la niña y su abuela del estómago del lobo,... Es la llamada Sociedad de la Información, en la cual se comparten unos temas comunes con la globalidad de los usuarios de la red. No obstante y según se mire, surge un problema o una ventaja, y es que, al no contar con unas reglas del juego en lo que se iba a configurar como la herramienta de intercambio de conocimientos más potente y eficaz entre universidades (este al menos era el planteamiento inicial de Internet); no existen mecanismos de control sobre la información compartida con los demás usuarios de la red. De esta manera, el título Caperucita_Roja_69 puede responder a una web de contenidos que poco o nada tienen que ver con la niña que confundió a su abuela con un lobo y que mucho menos tales contenidos estén dirigidos al público infantil.


La idílica aldea de McLuhan se trasnforma así en lo que J. Echevarría denominó Telépolis, cuyas bases las componen la tecnocracia y la sociedad de consumo, fruto de ello fue el auge y ocaso de las .COM. Telépolis es una comunidad de auténticos extraños donde todo se ha de poner en tela de juicio. Al igual que la energía, Intenet ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma. Esta situación cambia con la llegada de las llamadas Web 2.0 y la Sociedad del Conocimiento. Los postulados de la nueva Sociedad del Conocimiento vienen a resumirse en la selección por la información relevante y de calidad, descomponer los conocimientos preesatblecidos y hacerlos propios, mediante su deconstrucción; así como pasarlo por un tamiz donde lo que predomine sea la producción del conocimiento y no el interés tecnológico, que el fondo esté por encima de la forma. Las llamadas Web 2.0 facilitan estas ideas ya que se pasa de un modelo en el que un webmaster o generador de contenidos creaba éstos para ser consumidos por unos usuarios pasivos, meros recpetores de los mensajes; a un nueva construcción del conocimiento en la que el sitio web es un foro en el que se dan cita los usuarios consumidores, el webmaster, así como aquellos usuarios contribuyentes o generadores de contenidos y con permisos para publicar en estas webs.

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