class="contentpane"> Indígenas mantienen viva su milenaria peregrinación por la sal en El Pinacate
Martes, 08 de Mayo de 2018 11:50
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sal pinacates Parece imposible sobrevivir en la región del Gran Desierto de Altar, en Sonora: el entorno más seco de Norteamérica, con temperaturas de hasta 57 grados en verano, menos de 250 mm anuales de lluvia y kilómetros interminables de arena, peroloindígenas o’odham llevan más de tres mil años adaptados como parte de esa naturaleza.

Desde 1984, un antropólogo estudia la cultura o’odham, como parte de su proyecto de investigación en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Sonora. Luego de 33 años de interactuar con varias comunidades, conoce la historia y las tradiciones que le han compartido.

Bajo un intenso sol de más de 40 grados comenta que esta etnia y sus antepasados han habitado la región del desierto de Sonora por miles de años, donde, siendo nómadas, aprendieron a cultivar una tierra aparentemente estéril, y además sobrellevaron un gran calentamiento global: el periodo altitermal, fechado entre los años 5500 a 2500 a.C. Un ciclo con temperaturas muy altas y un descenso considerable de lluvias.

Comúnmente, a los o’odham se les conoce como pápagos (frijoleros), término despectivo impuesto durante la colonia por lo que en la década de 1970, en acto oficial lo rechazaron, dando a conocer oficialmente su nombre en lengua indígena: tohono o’odham (otam), que quiere decir “la gente del desierto”.

Una nación indígena dividida por la frontera internacional

Los pueblos o’odham conforman una nación indígena, son grupos originarios del noroeste de México y suroeste de Estados Unidos. Por estudios arqueológicos y etnohistóricos se piensa que en principio se establecieron en torno al río Gila, en Casa Grande, Arizona, posiblemente descendientes de la cultura hohokam.

Fue una extensa y compleja sociedad agrícola con grandes sistemas de irrigación, que entró en crisis debido al periodo altitermal, cuyas prolongadas sequías afectaron su sistema social, dando lugar a una diáspora territorial con la expansión hacia regiones del desierto y de la sierra, en lo que hoy es el territorio ubicado entre Sonora y Chihuahua.

Al momento que se establece la frontera entre México y EEUU, en el siglo XIX, la gran nación o’odham quedó dividida en dos países, aunque la realidad es que la mayoría vive en la Reserva de Sells, una de las más grandes y antiguas de la Unión Americana. Actualmente la población en México es de alrededor de 600 personas, mientras que en EEUU rebasan los diez mil, aunque el territorio de la nación indígena es transfronterizo, explica el antropólogo.

En México habitan en pequeñas comunidades dispersas en el extenso desierto, como Quitovac, Pozo Prieto, El Cumarito, El Bajío, Chuwy y Güsk, entre otras, ubicadas en las cabeceras municipales y diversas localidades como Puerto Peñasco, Sonoyta, Caborca, Altar, Pitiquito, Átil y Plutarco Elías Calles.

Hay estudios de etnobotánica que ofrecen un panorama de los recursos disponibles en la región del Pinacate: aproximadamente 560 especies de plantas vasculares, al menos 41 de mamíferos, 184 de aves y 43 de reptiles.

Una peregrinación ancestral

Desde la prehistoria americana quedaron marcadas en el suelo del gran desierto sonorense, las huellas de paleoindígenas que transitaron principalmente desde el norte y este, hacia el escudo volcánico conocido como El Pinacate, donde existen inmensos cráteres. Lograron cruzar valiéndose de un sistema de tinajas naturales que se recargan con agua de las escasas lluvias, y continuaron hacia el sur para converger en las salinas de Bahía Adaír, en la costa este del Alto Golfo de California.

Además sobre el “pavimento del desierto” persisten figuras hechas con piedras y escarbadas en el suelo, quizá elementos de una comunicación simbólica temprana. También existen, al borde de veredas antiguas, túmulos de piedras de varios tamaños que pudieron ser utilizados por aquellos caminantes para orientarse.

La peregrinación se conserva hasta nuestros días. La caminata de entre 400 a 500 kilómetros de distancia de sus comunidades, obliga a los jóvenes o’odham a prepararse física y espiritualmente, así como en el conocimiento de los senderos entre tinajas.

En el trayecto se hacen una serie de rituales que desembocan en la obtención directa de la sal, considerada elemento sagrado porque da importantes beneficios, como la posibilidad de conservar alimentos pese a las altas temperaturas, curtir pieles para producir indumentaria e hidratar al ganado.

Los grupos de peregrinos deben regresar a sus comunidades con la sal. En principio son recibidos con burlas, como una manera de recordarles que lo logrado es lo que ha hecho posible a esa sociedad. La peregrinación por la sal forma parte de una serie de ritos y creencias relacionadas con la lógica de cómo vivir en el desierto, cómo sobrevivir a sus inclemencias, conociéndolo, sabiendo las rutas y la manera de recorrerlas.

Fuente: Teorema Ambiental

Indígenas mantienen viva su milenaria peregrinación por la sal en El Pinacate

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sal pinacates Parece imposible sobrevivir en la región del Gran Desierto de Altar, en Sonora: el entorno más seco de Norteamérica, con temperaturas de hasta 57 grados en verano, menos de 250 mm anuales de lluvia y kilómetros interminables de arena, peroloindígenas o’odham llevan más de tres mil años adaptados como parte de esa naturaleza.

Desde 1984, un antropólogo estudia la cultura o’odham, como parte de su proyecto de investigación en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Sonora. Luego de 33 años de interactuar con varias comunidades, conoce la historia y las tradiciones que le han compartido.

Bajo un intenso sol de más de 40 grados comenta que esta etnia y sus antepasados han habitado la región del desierto de Sonora por miles de años, donde, siendo nómadas, aprendieron a cultivar una tierra aparentemente estéril, y además sobrellevaron un gran calentamiento global: el periodo altitermal, fechado entre los años 5500 a 2500 a.C. Un ciclo con temperaturas muy altas y un descenso considerable de lluvias.

Comúnmente, a los o’odham se les conoce como pápagos (frijoleros), término despectivo impuesto durante la colonia por lo que en la década de 1970, en acto oficial lo rechazaron, dando a conocer oficialmente su nombre en lengua indígena: tohono o’odham (otam), que quiere decir “la gente del desierto”.

Una nación indígena dividida por la frontera internacional

Los pueblos o’odham conforman una nación indígena, son grupos originarios del noroeste de México y suroeste de Estados Unidos. Por estudios arqueológicos y etnohistóricos se piensa que en principio se establecieron en torno al río Gila, en Casa Grande, Arizona, posiblemente descendientes de la cultura hohokam.

Fue una extensa y compleja sociedad agrícola con grandes sistemas de irrigación, que entró en crisis debido al periodo altitermal, cuyas prolongadas sequías afectaron su sistema social, dando lugar a una diáspora territorial con la expansión hacia regiones del desierto y de la sierra, en lo que hoy es el territorio ubicado entre Sonora y Chihuahua.

Al momento que se establece la frontera entre México y EEUU, en el siglo XIX, la gran nación o’odham quedó dividida en dos países, aunque la realidad es que la mayoría vive en la Reserva de Sells, una de las más grandes y antiguas de la Unión Americana. Actualmente la población en México es de alrededor de 600 personas, mientras que en EEUU rebasan los diez mil, aunque el territorio de la nación indígena es transfronterizo, explica el antropólogo.

En México habitan en pequeñas comunidades dispersas en el extenso desierto, como Quitovac, Pozo Prieto, El Cumarito, El Bajío, Chuwy y Güsk, entre otras, ubicadas en las cabeceras municipales y diversas localidades como Puerto Peñasco, Sonoyta, Caborca, Altar, Pitiquito, Átil y Plutarco Elías Calles.

Hay estudios de etnobotánica que ofrecen un panorama de los recursos disponibles en la región del Pinacate: aproximadamente 560 especies de plantas vasculares, al menos 41 de mamíferos, 184 de aves y 43 de reptiles.

Una peregrinación ancestral

Desde la prehistoria americana quedaron marcadas en el suelo del gran desierto sonorense, las huellas de paleoindígenas que transitaron principalmente desde el norte y este, hacia el escudo volcánico conocido como El Pinacate, donde existen inmensos cráteres. Lograron cruzar valiéndose de un sistema de tinajas naturales que se recargan con agua de las escasas lluvias, y continuaron hacia el sur para converger en las salinas de Bahía Adaír, en la costa este del Alto Golfo de California.

Además sobre el “pavimento del desierto” persisten figuras hechas con piedras y escarbadas en el suelo, quizá elementos de una comunicación simbólica temprana. También existen, al borde de veredas antiguas, túmulos de piedras de varios tamaños que pudieron ser utilizados por aquellos caminantes para orientarse.

La peregrinación se conserva hasta nuestros días. La caminata de entre 400 a 500 kilómetros de distancia de sus comunidades, obliga a los jóvenes o’odham a prepararse física y espiritualmente, así como en el conocimiento de los senderos entre tinajas.

En el trayecto se hacen una serie de rituales que desembocan en la obtención directa de la sal, considerada elemento sagrado porque da importantes beneficios, como la posibilidad de conservar alimentos pese a las altas temperaturas, curtir pieles para producir indumentaria e hidratar al ganado.

Los grupos de peregrinos deben regresar a sus comunidades con la sal. En principio son recibidos con burlas, como una manera de recordarles que lo logrado es lo que ha hecho posible a esa sociedad. La peregrinación por la sal forma parte de una serie de ritos y creencias relacionadas con la lógica de cómo vivir en el desierto, cómo sobrevivir a sus inclemencias, conociéndolo, sabiendo las rutas y la manera de recorrerlas.

Fuente: Teorema Ambiental