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Subproductos tóxicos tras la cloración del agua potable

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La mezcla de agua potable con cloro, el método más común de desinfección del agua potable, crea subproductos tóxicos no identificados previamente, afirma Carsten Prasse de la Universidad Johns Hopkins y sus colaboradores de la Universidad de California, Berkeley y Suiza. Los encontrado por los investigadores se publicó recientemente en la revista Environmental Science & Technology.

"No cabe duda de que el cloro es beneficioso; la cloración ha salvado millones de vidas en todo el mundo, evitando enfermedades como la tifoidea y el cólera desde su llegada a principios del siglo XX", indica Prasse, profesor adjunto de Salud Ambiental e Ingeniería de la Universidad Johns Hopkins y principal autor del artículo.

"Pero ese proceso de matar bacterias y virus potencialmente mortales viene acompañado de consecuencias no deseadas. El descubrimiento de estos subproductos previamente desconocidos y altamente tóxicos, plantea la pregunta de cuánta cloración es realmente necesaria".

Los fenoles, que son compuestos químicos que se producen de forma natural en el medio ambiente y que abundan en los productos de cuidado personal y farmacéuticos, se encuentran comúnmente en el agua potable. Cuando estos fenoles se mezclan con el cloro, el proceso crea un gran número de subproductos. Sin embargo, los métodos actuales de química analítica son incapaces de detectar e identificar todos estos subproductos, algunos de los cuales pueden ser perjudiciales y pueden tener consecuencias para la salud a largo plazo, dice Prasse.

Analizando el agua clorada

En este estudio, Prasse y sus colegas emplearon una técnica habitualmente utilizada en el campo de la toxicología para identificar compuestos basados en su reacción con biomoléculas como el ADN y las proteínas. Añadieron N-α-acetil-lisina, que es casi idéntica al aminoácido lisina que compone muchas proteínas en nuestro cuerpo, para detectar electrófilos reactivos. Estudios anteriores muestran que los electrófilos son compuestos nocivos que han sido vinculados a una variedad de enfermedades.

Los investigadores primero cloraron el agua utilizando los mismos métodos que se usan comercialmente para el agua potable; esto incluyó la adición de un exceso de cloro, lo que asegura una desinfección suficiente pero también elimina los compuestos inofensivos que afectan al olor y el sabor de los que los consumidores se quejan a menudo. Después de eso, el equipo añadió el aminoácido mencionado, dejó que el agua se incubara durante un día y utilizó espectrometría de masas, un método de análisis de productos químicos, para detectar los electrófilos que reaccionaban con el aminoácido.

Su experimento encontró los compuestos 2-buteno-1,4-dial (BDA) y cloro-2-buteno-1,4-dial (o BDA con cloro). El BDA es un compuesto muy tóxico y un conocido carcinógeno que, hasta este estudio, los científicos no habían detectado antes en el agua clorada, dice Prasse.

Aunque Prasse subraya que se trata de un estudio de laboratorio y que la presencia de estos novedosos subproductos en el agua potable real no ha sido evaluada, los hallazgos también plantean la cuestión del uso de métodos alternativos para desinfectar el agua potable, incluyendo el uso de ozono, tratamiento UV o simple filtración.

"En otros países, especialmente en Europa, la cloración no se utiliza con tanta frecuencia, y el agua sigue estando a salvo de las enfermedades transmitidas por el agua. En mi opinión, debemos evaluar cuándo la cloración es realmente necesaria para la protección de la salud humana y cuándo podrían ser mejores los enfoques alternativos", dice Prasse.

"Nuestro estudio también destaca claramente la necesidad de desarrollar nuevas técnicas analíticas que nos permitan evaluar la formación de subproductos tóxicos de la desinfección cuando se utiliza cloro u otros desinfectantes. Una de las razones por las que los reguladores y las empresas de servicios públicos no están vigilando estos compuestos es que no tienen las herramientas para encontrarlos".

Otros autores de este estudio son Urs von Gunten del Instituto Federal Suizo de Ciencia y Tecnología Acuática y David L. Sedlak de la Universidad de California, Berkeley.

Fuente: NCYT Amazings