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Huir del clima: Las víctimas silenciosas del calentamiento global

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etiopiaEl pasado mes de enero, un artículo en The Conversation analizaba el suceso: el cambio climático está provocando que más de 24.000 personas cada año emigren en Vietnam. Los 18 millones de habitantes de las zonas bajas del río Mekong acusan los efectos del fenómeno. Así, en los últimos 10 años, 1,7 millones de personas han emigrado de las extensas praderas, ríos y canales de la zona. A la inversa, la cifra se reduce a 700.000, arrojando una tasa de emigración que duplica la media nacional.

Aunque no se puede atribuir la totalidad de la culpa al cambio climático, los acontecimientos recientes son indicadores de la más que probable influencia del factor clima: en 2015-2016, la región sufrió la peor sequía en un siglo, lo que provocó que el agua salada del mar avanzase más de 80 kilómetros tierra adentro y destruyera 160.000 hectáreas de cultivos. Se calcula que el año siguiente, uno de cada 100 habitantes de Kiên Giang, la provincia más afectada, emigró.

Hay más efectos derivados del cambio climático que afectan al delta. Según el Departamento General de Prevención y Control de Desastres Naturales del Gobierno vietnamita, hay 150 áreas de sedimentación afectadas por inundaciones que suman más de 450 kilómetros de longitud. Esto ha hecho perder hasta 100 metros de franja costera en un año en el suroeste debido a la tasa de alta erosión.

Igualmente, la intrusión de agua salada debida al aumento del nivel del mar (no solo a la sequía) afecta a miles de familias, incapaces en muchos casos de cambiar sus medios de subsistencia a productos tolerantes a la alta salinidad del agua.

Las sequías, por su parte, también pueden atribuirse a la construcción de presas aguas arriba, aunque no por ello disminuye la influencia del cambio climático en esta crisis migratoria.
India: inundaciones, monzones y ciclones

En 2015, y según los datos arrojados por el iDMC, la cifra de desplazados debido a desastres naturales en India ascendió a 3,7 millones. Dentro de esta cantidad, el impacto de dos grandes inundaciones sumado al de las tormentas fue responsable del 81% de los desplazamientos, forzando así a 3 millones de personas a abandonar sus hogares.

En concreto, las lluvias e inundaciones asociadas a un débil ciclón tropical rastreado en la Bahía de Bengala en el mes de noviembre de dicho año desplazaron a 1,8 millones de personas en los estados de Tamil Nadu y el sur de Andhra Pradesh.

En cuanto a las inundaciones provocadas por el monzón asociado al ciclón Komen a finales de julio, los desplazados sumaron 1,2 millones en los estados del norte y centro de Bengala Occidental, Odisha, Manipur, Rajasthan y Gujarat. El monzón también azotó al país vecino, Bangladesh, dejando 1,6 millones de desplazados.

Aunque estos números no dejan de ser alarmantes, hay que tener en cuenta que estas elevadas cifras se dan en uno de los países más poblados del mundo. En general, la alta concentración de habitantes en el sudeste asiático (un quinto de la población mundial) convierte a la zona en un objetivo muy sensible a los cambios de temperatura. De hecho, un estudio del Massachusetts Institute of Technology (MIT) de agosto de 2017 concluye que a finales del siglo XXI, gran parte de la zona será inhabitable debido a los efectos del cambio climático.
Vanuatu y Tuvalu: con el agua al cuello
Los pequeños estados insulares en desarrollo (PEID) del Pacífico son el paradigma clásico para comprender la realidad de los efectos del calentamiento global. Si consideramos el tamaño de la población, su riesgo de desastres es desproporcionadamente alto: sus áreas habitadas en la costa, deprimidas en su mayoría, se exponen a una amplia variedad de peligros como ciclones, inundaciones, deslizamientos de tierra, terremotos y tsunamis.

Un claro ejemplo es el ciclón Pam en marzo de 2015. Este desastre obligó a una cuarta parte de Vanuatu a huir de sus hogares, dejando a cerca de 166.000 personas en 22 islas en situación de emergencia y más de 65.000 desplazados internos.

Pam no se limitó a Vanuatu. Sus secuelas llegaron a la vecina Tuvalu, donde una importante oleada de tormentas provocó que el 55% de una población de 100.000 personas se vieran desplazadas, conformando así la cifra relativa más alta de todo el mundo.

Pero eso no es todo. A final de 2015, y según las condiciones de El Niño se iban haciendo más fuertes, una intensa sequía frenó en seco a los países que aún se recuperaban de los impactos de ciclones y tifones, con la consecuente inseguridad alimentaria en Vanatu, las Islas Salomón y las Islas Marianas del Norte.
Etiopía: condiciones extremas, medidas extremas
No solo el exceso de agua causa desplazamientos: la falta de ella ha movido civilizaciones enteras a lo largo de la historia, y a día de hoy sigue provocando movimientos migratorios.

Etiopía es una de ellas: en 2015, sufrió una de sus peores sequías meteorológicas tras dos años de lluvias escasas en un país donde el 80% de la producción agrícola y el 85% de empleo dependen de las precipitaciones.

El fenómeno contribuyó al desplazamiento interno de más de 280.000 personas entre agosto de 2015 y febrero de 2016, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Esta cifra incluye al menos 148.000 personas desplazadas por la severa inseguridad alimentaria en las regiones afectadas de Afar y Somalia, donde la escasez hídrica ha contribuido además a acrecentar los conflictos comunales relacionados con la competencia por los pastos y el agua.

En la mayoría de casos, el escenario habitual de los desastres climáticos viene de la mano de la pobreza extrema
El iDMC recoge un estudio de la población desplazada por dicha sequía: a mediados de diciembre de 2015, unas 72.700 personas catalogadas como "desplazadas por la sequía" se alojaban en refugios improvisados ​​en 24 zonas en la región de Siti, al norte de Somalia. La causa principal para no regresar a sus hogares fue la falta de alimentos, y la mayoría afirmaron haber perdido ganado. Es probable que las razones tras ello incluyan la falta de acceso al agua, tierras de pastoreo, servicios veterinarios, mercados de ganado, efectivo y crédito.

Desde un prisma más global, los medios de subsistencia de alrededor de 7 millones de pastores se han visto comprometidos por las consecuencias acumulativas de la falta de agua. Ciclos naturales como El Niño continuarán contribuyendo a los patrones extremos de precipitaciones, a lo que se suma la proyección de la mayoría de modelos climáticos: un aumento de sequías e inundaciones en Etiopía en las próximas décadas.

Otra zona del Cuerno de África, Somalia en concreto, ha sufrido más recientemente las consecuencias de una devastadora sequía: según los datos facilitados por el Consejo Noruego para los Refugiados, en marzo de 2017 aún más de 3.000 personas huían cada día de sus hogares debido a la falta de agua más acusada en 20 años, con un balance que alcanzaba los 450.000 desplazados desde noviembre de 2016 hasta el abril del año siguiente.
Los países desarrollados: sí, pero menos
Vietnam, India, Vanuatu, Tuvalu y Etiopía no son los únicos (ni los peores) ejemplos de la influencia del clima en los desplazamientos humanos. En Siria, la progresiva desertificación provocada por el calentamiento global provocó el desplazamiento de más de 1,5 millones de personas, convirtiéndose así en un factor determinante para el comienzo de la guerra al colapsar la economía agraria en las que se basaba parte del país.

Haití, que aún se recupera del impacto del huracán Irma, es otro de los países azotados por una variabilidad climática exacerbada por el cambio climático. Más de 12.000 personas abandonaron sus hogares en busca de refugio por las fuertes inundaciones en un país incapaz de hacer frente al desastre. Su vecina República Dominicana, sin embargo, recuperó con relativa facilidad la normalidad tras el paso de Irma.

Haití y República Dominicana sirven para ilustrar la tónica general en el planeta: tal y como se puede intuir y según los patrones comentados, la mayor parte de los desplazamientos relacionados con desastres del clima tuvieron lugar en países en desarrollo, definidos por el Banco Mundial como países de ingresos medios y bajos. Los países de ingresos altos, con 1,8 millones de desplazamientos en 2015, se han visto significativamente menos afectados.

El 98% de los afectados anualmente por los desastres climáticos ocurridos entre 2000 y 2004 viven en países en desarrollo
El iDMC lo atribuye a que los países de medios y bajos ingresos tienen relativamente poca capacidad para satisfacer las necesidades de protección y asistencia de los desplazados internos, o para invertir en medidas de reducción del riesgo de desastres que evitarían el desplazamiento o mitigarían los impactos de futuros desastres.

¿Soluciones?
Según la ONU, en 20 años habrá más de 1.000 millones de personas que migrarán a causa del cambio climático. Esta realidad silenciosa, casi invisible, precisa una resolución urgente.

Tal como sostiene el economista Gonzalo Delacámara en un artículo sobre los refugiados del clima publicado en el Huffington Post, la cuestión “necesita una solución a escala mundial y una aproximación federal que reconozca los derechos fundamentales de estas personas, que no son refugiados del clima sino de nuestra incapacidad para proporcionar una adecuada gobernanza de los recursos naturales y los bienes comunes”.

Además, se hace imprescindible el reconocimiento del estatus de “refugiado climático”, ya que es una figura no contemplada en la Convención de Ginebra sobre los Refugiados Políticos y tan solo algunos países como Suecia o Finlandia incluyen a los “migrantes ambientales” entre las personas que necesitan protección especial. Es decir, que al no ser reconocidos, no cuentan con los derechos como refugiados y difícilmente se puede abordar su situación.

Lo que se traduce de ello al final es que, tal como afirma Delacámara, “los desastres naturales son en esencia desastres humanos ante fenómenos naturales”.

Fuente: Iagua