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El agua como excusa para la guerra

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La lucha por el acceso a la tierra y los acuíferos, que en el último mes ha dejado más de un centenar de víctimas en Kenia, es utilizada a menudo como arma política en el continente africano.

EDUARDO S. MOLANO@EDUARDOSMOLANO / CORRESPONSAL EN NAIROBI

Día 13/09/2012 - 02.16h

Cerca de 116 fallecidos, más de 12.000 desplazados y 30.000 afectados de forma directa. Los enfrentamientos tribales del último mes en el delta del río Tana, al este de Kenia, vuelven a situar en el horizonte mediático la lucha por el control de las reservas naturales que sufre el continente africano a nivel local.

El origen del sangriento conflicto se encuentra en las disputas entre la tribu pokomo (en su mayoría, agricultores) y la etnia orma (pastores seminómadas) por el acceso a la tierra y acuíferos; y son los enfrentamientos más graves desde la ola de violencia post-electoral que golpeó Kenia a finales de 2007. En aquel entonces, más de 1.300 personas perdieron la vida y 300.000 fueron desplazadas de sus hogares.

Sin embargo, pese a lo excelso de las víctimas, la lucha por el control de las zonas de pastoreo se muestra inherente a la región. Y, sobre todo, su utilización política.

Como destaca el analista Michael Ochieng Odhiambo, la histórica marginación de estas zonas por parte de los Gobiernos locales provoca la persistencia de estos enfrentamientos.

Para Odhiambo (quien en la última década ha estudiado los conflictos tribales entre los borana, garre o guji, en Etiopía; la violencia en los distritos kenianos de Samburu o Marsabit; así como en la región ugandesa de Napak) la ausencia real de un imperio de la ley alienta la aparición de empresarios locales que promueven el conflicto en función de sus intereses políticos.

No en vano, John Githongo, uno de los analistas claves de la política keniana, ya ha advertido que la tensión del último mes en Kenia no es tan solo una simple «lucha de clanes», sino el inicio de una ola de violencia pre-electoral (el próximo año, el país africano celebrará comicios presidenciales).

Y el futuro a largo plazo tampoco invita al optimismo. En 2030, el 47 por ciento de la población mundial vivirá en áreas de alta conflictividad hídrica, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo. Así que el negocio de aquellos encaminados a dilapidar soluciones tampoco es menor.

De Nigeria a Sudán del Sur

Éste es el caso de los enfrentamientos entre pastores de la etnia fulani (musulmanes) y los agricultores berom (cristianos y animistas). Pese a que se trata de una lucha por la posesión de la tierra que nada tiene que ver con ninguna yihad global, grupos integristas como Boko Haram avivan un conflicto religioso y tribal que, desde 1999, ha dejado 12.000 muertos al noreste del país.

O en Sudán del Sur, donde los enfrentamientos entre los lou nuer y los murle por el control de las cabezas de ganado dejaron, solo el pasado año, más de 4.000 muertos principalmente en los Estados de Jonglei y Upper Nile (“curiosamente” en disputa con su vecino norteño).

«La lucha por el agua y las zonas de pastoreo sigue siendo el motor primordial de los conflictos regionales», advertía en 2009 el «think-tank» británico Overseas Development Institute, quien denunciaba la marginación política que sufren estas comunidades en el Cuerno de África.

Ese mismo año, la violencia tribal se cobraba más de 354 vidas, solo en Kenia.

Y ahora, la historia se repite. Aunque sus consecuencias (y su aprovechamiento político en los comicios del próximo año) sean, de momento, imprevisibles.

 

Fuente: abc.es

 

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