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Época colonial

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Obras Hidráulicas en América Colonial
El agua ha sido, desde que el mundo existe, fuente de vida y de catástrofes, materia sobre la que han reflexionado pensadores y filósofos, motivo de inspiración para artistas, artesanos y mecánicos, y causa de rivalidades y discordias entre quienes se reconocen sus usuarios.

El agua ha sido, desde que el mundo existe, fuente de vida y de catástrofes, materia sobre la que han reflexionado pensadores y filósofos, motivo de inspiración para artistas, artesanos y mecánicos, y causa de rivalidades y discordias entre quienes se reconocen sus usuarios.
En los primeros pasajes de la Biblia, el agua aparece asociada a la vida: en cuatro ríos -Pisón, Gihón. Hiddekel y Eúfrates- se dividía el cauce primitivo que regaba el Edén y que daba vida a las plantas y árboles del mismo, entre ellos el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
En general, el pensamiento filosófico de la Antigüedad concede a este elemento un papel primordial. Tales de Mileto, uno de los más antiguos y brillantes pensadores de la Jonia, consideraba ser el agua en sus distintas apariencias -humedad, vapor, hielo- elemento que sustenta y genera los demás del Universo; y Heráclito de Éfeso recurría a un aforismo hidráulico para explicar el devenir de las cosas: "No se puede sumergir dos veces en el mismo río. Las cosas se dispersan y se reúnen de nuevo, se aproximan y alejan".

Pero además de fuente de vida, el agua era y es elemento de destrucción y devastación -en este sentido enfrentado al hombre- como se recoge en numerosos documentos antiguos que nos hablan de los estragos sufridos en poblaciones y cultivos a causa de los desbordamientos de ríos y de lagos cercanos.

Ya el gran Hammurabi de Babilonia contempló en su código algunas leyes que trataban de paliar este tipo de daños, y el mismo Tales de Mileto, "ingenioso inventor de técnicas" al decir de Platón, se interesó, como ingeniero por la naturaleza de las crecidas del Nilo y desarrolló técnicas para desviar el cauce de los ríos. Por Herodoto sabemos de la extraordinaria habilidad de los obreros y técnicos fenicios en el campo de la construcción de canales cuando el terreno era poco consistente y se producían derrumbes y deslizamientos.
 

Guaxtepec. Plano perteneciente a las Relaciones Geográficas
de Felipe II (Universidad de Austin, Benson Latin American)
Toda esta herencia cultural hidráulica encontró prolongación y acomodo en el mundo helenístico y romano, y de ellos son claros deudores todos los pueblos medievales -islámicos y cristianos- de Europa y Asia que, de manera legal o clandestina, pronto aparecerán en América, el escenario de esta exposición.
La muestra está dividida en cinco áreas que pretenden dar una idea global de las obras hidráulicas que los españoles e indígenas, junto con la población esclava africana, llevaron a cabo durante el período de administración colonial española.

ÁREA I. ANTECEDENTES

Se inicia área primera con una breve exposición de las tradiciones culturales, técnicas y jurídicas europeas e indígenas en diversos campos relacionados con el agua, los regadíos, los abastecimientos a poblaciones, el cultivo en chinampas y la fuerza motriz industrial, como molinos, batanes y martinetes de forja, cuando declina ya el mundo medieval y se abren paso las nuevas concepciones renacentistas.

1 obras hidráulicas prehispánicas en méxico. Canales de riego
2 las chinampas, campos de cultivo flotantes
3 los abastecimientos de agua de tenochtitlán
4 regadíos prehispánicos en los desiertos costeros de perú
5 el agua en la industria medieval y renacentista
6 antiguas unidades hidráulicas españolas
7 tradiciones españolas e indígenas en la construcción de presas area ii. Regadíos y transformaciones agrícolas
 
 
 El área segunda se destina a la consideración del agua en los regadíos y en la transformación de los productos agrarios y contempla las técnicas utilizadas. La introducción del molino hidráulico, tanto de rodezno como de rueda vertical, constituyó una novedad extraordinaria que no sólo se aplicó a los cereales, sino también a la extracción del jugo dulce de la caña de azúcar .importantes fueron los cambios tecnológicos en la hidráulica de los molinos de caña, que, si inicialmente seguían de forma mimética los modelos que españoles y portugueses habían difundido por las islas del atlántico, pronto serán reemplazados por los ingenios que sustituyen el rodezno por la rueda vertical, y la muela de piedra por los cilindros de madera, capaces de prensar la caòa sin necesidad de tener que trocearla previamente.

8 el color de los planos, ornamento y símbolo
9 instrumentos de nivelación. Niveles de tranco y de agua
10 el agua y los asentamientos rurales
11 el reparto de las tierras y del agua
12 azudas y jagüeyes para regar los campos
13 azudes y presas para embalsar las aguas de regadõo en chile
14 el canal de maipo, la gran obra de regadío en chile
15 la revolución tecnológica del molino hidráulico
16 los comienzos del cultivo de la caña de azúcar
17 la evolución tipológica de los ingenios azucareros
18 el agua en el cultivo y la fabricación del tabaco area iii. El agua y la ciudad
 
El área tercera trata de poner de relieve las grandes aportaciones en el campo de la ingeniería hidráulica urbana, tanto al servicio del abastecimiento de las poblaciones como en la construcción de encauzamientos de ríos, construcciones de redes de drenaje, saneamiento de terrenos pantanosos o defensa contra los desbordamientos de lagos y lagunas. En el abastecimiento de agua a poblaciones se contemplan casi todas las tipologías conocidas que fueron empleadas en América: pozos, aljibes, norias, presas, azudes y canales, e incluso, aunque en pocos casos, construcción de traídas a presión, mediante la utilización del artificio de sifón. El acueducto de Zempoala, el gran desagüe de Huehuetoca, la laguna artificial de Yuririapúndaro, constituyen algunos de los hitos orgullo de la tecnología que españoles e indígenas llevaron conjuntamente a buen fin y que no desmerecen de las obras europeas coetáneas.


19 la captación subterránea del agua. Pozos y norias
20 las presas de contrafuertes, herencia española en américa
21 los grandes acueductos de méxico: zempoala, querétaro y xalpa
22 los caminos del agua
23 acueductos en valladolid, antequera y pátzcuaro
24 el abastecimiento de agua a puebla de los ángeles y san andrés clachicomula
25 la traída del agua a la villa de potosí
26 abastecimiento de agua a nueva guatemala
27 el agua confinada. Encañados y sifones
28 los acueductos de la habana
29 arietes hidráulicos y máquinas de vapor. Nuevas tecnologías en el siglo xix
30 el final de acueducto. De la caja de agua a las fuentes y caños urbanos
31 el agua en lima, cuzco y santiago de chile
32 el reparto de agua en la ciudad. Financiación de de fuentes y acueductos
33 el difícil saneamiento de la ciudad de méxico
34 atarjeas y redes de alcantarillado urbano
35 fray diego de chaves, artífice del lago de yuririapúndaro
36 muros de encauzamiento en defensa de las avenidas fluviales
37 albarradones para defender de las inundaciones la ciudad de méxico
38 el desagüe de huehuetoca, obra maestra de enrico martínez
39 nuevas dificultades en el desagüe de huehuetoca
40 de bóveda a tajo abierto. El final de la gran obra del desagüe de huehuetoca
41 el gran canal del desagüe de méxico por tequixquiac

área iv. El agua, motor de la industria
 
 (Biblioteca de cataluña, ms. 400, lám. 36)
El área cuarta está dedicada a exponer las razones de la implantación de la tecnología hidráulica -presas, azudes, caces, ruedas, mazos- en la incipiente industria pesada americana, donde su importancia se acrecienta sobre todo por la práctica ausencia de molinos de viento. Se muestran los obrajes en los en los que se hilaban y tejían paños, que contaban con ruidosos batanes, los molinos de pólvora, la industria más peligrosa de la época, y otras de menor incidencia en américa, como la del papel de trapos, testimoniada en las relaciones geográficas de felipe ii en el pueblo de culhuacán. Con gran detalle se expone la importancia de la energía hidráulica en la metalurgia de la plata, cuyo auge aparece ligado al nuevo procedimiento de beneficio mediante amalgamación de las menas finamente molidas, empleando mercurio. Esta nueva tecnología, puesta a punto en américa, multiplicó la demanda mundial de mercurio, y convirtió a potosí y al cercano macizo cari-cari, en la más extraordinaria instalación industrial al servicio de la molienda del mineral, hasta el punto de hacerle decir al jesuita josé de acosta que en potosí pedían los mineros agua para moler, de modo análogo a como en castilla se pide agua para el trigo.

42 las minas, agente del desarrollo económico y de la organización territorial
43 zacatecas y guanajuato, dos poblaciones a la sombra de las minas
44 ingenios para el achique y ventilación de las minas
45 los ingenios de las minas, malacates y bombas
46 agua y mercurio para una nueva metalurgia
47 los nuevos hornos de mercurio de aludeles
48 los caminos del mercurio. Recipientes para su envío a ultramar
49 las presas de cari-cari, energía hidráulica para la minería de potosí
50 el agua en amlagamación. Molinos de almadenetas e ingenios de sutil
51 la influencia alemana en las técnicas de amalgamación
52 el agua en la molienda de minerales argentíferos
53 la acuñación de plata. La ceca de potosí
54 los orígenes de la fabricación de pólvora
55 el salitre, materia prima indispensable en la fabricación de la pólvora
56 los molinos dispersos de villafeliche, modelos para los de nueva españa y perú
57 los molinos de fabricar pólvora en lima en el siglo xviii
58 la fabricación del papel de trapos. El molino papelero de culhuacán
59 sierras hidráulicas para cortar la madera
60 el batán, ingenio para enfurtir los paños de los obrajes
 
Cierra la exposición el área quinta, dedicada a la navegación fluvial por los grandes ríos y lagos, las rutas terrestre-fluviales de algunos pasos interoceánicos -panamá y portobelo, el paso por el lago nicaragua- y también los grandes proyectos que se quedaron en el papel (el canal de los güines) o que llegaron a realizarse, el más notable de los cuales es , sin duda, el canal del dique de la barranca en cartagena de indias.
No queremos terminar sin dejar constancia de cómo aún hoy día, cuando en la sociedad española han desaparecido ya los últimos vestigios del agua aplicada a la industria, sobreviven en el uso colectivo frases que encontramos en los más vetustos documentos castellanos: "llevar agua a un molino", "agua que no has de beber déjala correr" o "corriente y moliente", expresión esta última que alude a dos de las condiciones que alguna ordenanzas medievales imponían a los molinos de agua para que pudieran ser considerados como tales.

61 los ríos, vías privilegiadas para la navegación
62 la navegación fluvial por el río magdalena
63 el canal del dique, acceso fluvial de cartagena de indias al río magdalena
64 el paso interoceánico a través del istmo de panamá
65 nivelaciones para el estudio de un paso interoceánico a través del lago de nicaragua
66 la acequia real de méxico, vía de comunicaciones y transporte de bastimentos
67 la navegación interior por la cuenca de méxico en el siglo xix
68 el espejismo del canal de güines, proyecto frustrado por el ferrocarril

la exposición obras hidráulicas en américa colonial ha sido íntegramente concebida y realizada en cehopu-cedex (ministerio de obras públicas, transportes y medio ambiente) y es fruto de una labor conjunta de investigación, búsqueda documental y catalogación, que ha sido posible gracias a la inestimable colaboración de cuantas personas y entidades se citan en el catálogo de la muestra.
 

Estrategias para el Control del Agua en Oaxaca ColonialCOPYRIGHT 2004 UNAM (Estudios de Historia Novohispana)

El resultado del proceso colonizador sobre la propiedad y el uso del agua en el valle central de Oaxaca culminó, como en otros sitios de México, en el acaparamiento de los beneficios del líquido vital por parte de los colonos españoles. Si las prerrogativas emanadas de la conquista permitieron que la mitad de la tierra quedara en manos de los antiguos cacicazgos y del marqués del Valle, restringiendo la ocupación de la tierra a los colonos y encomenderos, la propiedad y el uso del agua siguió otro derrotero.

 

 

 

COPYRIGHT 2004 UNAM (Estudios de Historia Novohispana)
El resultado del proceso colonizador sobre la propiedad y el uso del agua en el valle central de Oaxaca culminó, como en otros sitios de México, en el acaparamiento de los beneficios del líquido vital por parte de los colonos españoles. Si las prerrogativas emanadas de la conquista permitieron que la mitad de la tierra quedara en manos de los antiguos cacicazgos y del marqués del Valle, restringiendo la ocupación de la tierra a los colonos y encomenderos, la propiedad y el uso del agua siguió otro derrotero. A través del sistema de distribución de mercedes de agua y aplicando los mecanismos legales de la economía colonial --renta, venta y empréstito--, los nuevos pobladores fueron acaparando, lentamente pero de forma inequívoca, los principales recursos acuíferos del valle. Las estrategias para el control del agua permitieron la emergencia de numerosos ranchos y labores con derechos a uso de agua, en donde se concentró el verdadero dominio español de la propiedad.

El usufructo del agua se aplicó al riego de nuevos cultivos, trigo y caña de azúcar, principalmente, y para saciar la sed de los cuantiosos ganados. En los molinos de harina y batanes el agua fue indispensable para accionar las ruedas o para lavar metales en las minas. La documentación colonial es particularmente abundante en pleitos y permite conocer no solamente las leyes y la aplicación de la legislación colonial relativa al manejo del agua, sino también los usos, las costumbres y el reparto comunitario del líquido, e incluso los problemas ligados al abasto del agua potable en los pueblos y ciudades.


Descriptores: propiedad, uso y reparto de agua, Marquesado del Valle, valle de Oaxaca, cacicazgos.

Introducción
Los trabajos dedicados al estudio de las formas de apropiación y utilización de los recursos naturales durante el periodo colonial son abundantes y reflejan la preocupación de la historiografía moderna por profundizar en los diversos temas de la historia económica de México. El asunto del agua no escapa a esta inquietud y su estudio ha estado asociado, también, a diferentes circunstancias, inquietudes o aún modas y posiciones ideológicas. Dos grandes obras hidráulicas marcan los hitos de una larga historia sobre el manejo, uso y estudio del agua en la Nueva España: La creación de la laguna artificial de Yuriria, en 1549, por fray Diego de Chávez (2) y el fabulosos proyecto de ingeniería hidráulica de Enrico Martínez para resolver el problema de las repetidas inundaciones de la ciudad de México. (3)
Los estudios históricos regionales relativos a la propiedad, el reparto, el uso y el consumo del agua en la época colonial, tanto en el campo, (4) como en las ciudades de México, (5) Puebla, (6) Monterrey, (7) Toluca (8) y Oaxaca, (9) entre otras, muestran la importancia que los historiadores están acordando al tema de las relaciones entre medio ambiente y sociedad, influenciados sin duda por las corrientes y debates teóricos de la llamada "nueva ecología histórica." (10) Esta corriente está también bien representada por geógrafos, quienes han encontrado en el rico acervo histórico de archivos y fuentes primarias una herramienta invaluable para reconstruir el medio ambiente, (11) evaluar los efectos del clima, principalmente: sequías, inundaciones y heladas, en la agricultura, (12) en la tecnología, (13) en la propiedad de la tierra, (14) en los cambios demográficos (15) y en los conflictos sociales ligados al uso del agua. (16)

En el área de Oaxaca, Kent V. Flannery (17) fue el promotor de un largo proyecto que tuvo como marco teórico el reconocimiento de la ecología como uno de los factores determinantes del cambio cultural. En el marco de esta investigación, los estudios realizados por Anne y Michael Kirby (18) sobre la cuenca del río Atoyac sirvieron para establecer el potencial agrícola del área, considerado el elemento crucial del desarrollo y de la evolución de la sociedad durante el periodo prehispánico. La base de la investigación se apoyó en un trabajo de campo que consistió en reseñar y estudiar las prácticas actuales de la agricultura del valle. La segunda parte del proyecto, estuvo a cargo de Susan Lees, (19) y consistió en analizar los aspectos sociopolíticos ligados con el manejo actual de los sistemas hídricos. El reparto del agua y las diferentes formas de organización, cooperación y diferenciación social que adopta la comunidad para llevar a cabo la producción agrícola y el manejo que hace de sus recursos acuíferos, son particularmente interesantes y han servido como punto de referencia para posteriores investigaciones, especialmente algunos trabajos arqueológicos preocupados en determinar los procesos y las condiciones del desarrollo demo gráfico (20) y la creación de las urbes ligada a la formación de la nobleza gobernante. (21)
El reparto del agua en Oaxaca durante el periodo colonial, sin embargo, ha sido menos trabajado y aunque William Taylor lo aborda de manera tangencial en su estudio de la tenencia de la tierra, muchos aspectos quedan aún por precisar. En su minuciosa investigación, Landlord and Peasant in Colonial Oaxaca, (22) Taylor demostró que la historia de la propiedad en el valle de Oaxaca tenía poco o casi nada que ver con la del centro de México. (23) El autor sostiene que en el siglo XVII, en Oaxaca, el patrón de distribución de la tierra no cristalizó en la concentración de inmensas propiedades por parte de los españoles. (24) Las haciendas en el valle de Oaxaca fueron generalmente pequeñas, fragmentadas y tuvieron tanta o menor importancia que los numerosos ranchos y labores en donde se concentró el verdadero dominio español de la propiedad. (25) El impacto social de esta trasformación no tuvo repercusiones negativas sobre la propiedad de los pueblos y comunidades indígenas. En la última centuria del dominio español prosiguió: por lo menos dos tercios de las tierras agrícolas del valle estaban bajo el dominio de individuos indígenas y comunidades y las poblaciones autóctonas conservaron "suficiente [tierra] sin duda como para cubrir sus necesidades básicas y mantenerse independientes de los dueños de las haciendas." (26) Si bien la tierra quedó en manos de los indígenas, como lo confirma con gran erudición Taylor en su tesis, el agua, las fuentes acuíferas, en general, parecen haber tenido otro destino. En la legislación española el agua, recurso capital para hacer fructificar abundantemente la tierra, estuvo asociado con la propiedad de la tierra y su estudio debe de ir siempre yuxtapuesto. De ahí la necesidad de seguir muy de cerca los pasos de Taylor.

¿Mantuvieron los cacicazgos y los pueblos la posesión del agua y los beneficios del riego? ¿Quiénes tuvieron el control, dominio y usufructo de los principales recursos acuíferos del valle? ¿Quiénes fueron los beneficiarios de las mercedes de agua y hacia dónde estuvo dirigido su consumo? Al rastrear el destino que tuvo el líquido, podemos constatar que lentamente, pero con inequívoca regularidad, las tierras mejor irrigadas y más productivas fueron a parar a manos de los españoles y sus descendientes. Los indios, ciertamente, conservaron el mayor número de tierras en el valle, incluso durante el siglo XVI el agua estaba aun bajo su control, pero poco a poco perdieron el dominio de las tierras más productivas y mejor irrigadas. Las comunidades indígenas siguieron cultivando sus productos tradicionales y aun adoptaron los productos importados por los europeos. La producción de seda y de grana cochinilla que recayó exclusivamente en sus manos, (27) al no requerir agua de riego para fructificar las moreras y el nopal de que se alimentan los insectos de esta industria, hizo posible en muchas regiones una alternativa de producción, adaptada a las condiciones del clima y el escaso régimen de lluvias. La seda tuvo su expansión y decadencia en el siglo XVI, seguida por la grana cochinilla y el algodón. (28) En efecto, la grana cochinilla fue el segundo producto de mayor valor en las exportaciones de la Nueva España. Entre 1745 y 1854 su producción se concentraba exclusivamente en el obispado de Oaxaca (29) La expansión de las nopaleras en los pueblos de indios llevó, incluso, al obispo Ángel de Maldonado a escribir en 1702 un informe en el que manifestaba su temor de ver morir a la población indígena de hambre por falta de cultivo de milpas. (30) Esta especificidad del cultivo de la cochinilla hizo posible orientar la fuerza de trabajo hacia un ramo de la producción que no competía directamente por el agua con los peninsulares y criollos y explica, de alguna manera, la aparente contradicción entre el mantenimiento de la propiedad de la tierra y la pérdida del agua para regarlas. Lo mismo podemos decir del algodón y de la seda, que fueron otras dos actividades de carácter agrícola a las que se consagró la población indígena y cuyo requerimiento de agua era limitado.



En este ensayo estudiaremos cómo fue el régimen de propiedad del agua y cómo se repartió el líquido entre los principales propietarios de la tierra. Veremos cómo se distribuyeron las mercedes de tierras con derechos sobre el agua con los de agua solas y en quiénes recayó el beneficio de ellas. Los españoles acapararon paulatinamente las principales fuentes de agua para impulsar los molinos, para cultivar productos como el trigo y la caña de azúcar y para establecer abrevaderos para el ganado. Intentaremos descubrir la presencia de ciertas tecnologías hidráulicas: sistemas de irrigación, molinos, presas, etcétera, así como conocer algunos pleitos y disputas que se desataron entre personas de diferentes clases sociales por el uso y beneficio del agua. La documentación colonial también permite conocer algunas formas de manejo, control, uso y reparto comunitario del líquido e, incluso, diversos problemas ligados al abasto de agua potable en los pueblos y las ciudades.



El escenario geográfico

El valle de Oaxaca se formó del entrecruzamiento de cadenas montañosas secundarias que se originan en la Sierra Madre de Oaxaca y la Sierra Madre del Sur. El valle tiene la forma de una T y cubre alrededor de 700 kilómetros cuadrados; está rodeado completamente por montañas que poco a poco pierden altitud hacia el meridión. La parte más alta del valle se localiza en el brazo de Etla, al noroeste, con una altitud de 1640 metros, y la más baja, al sur, en Ocotlán, con 1563 metros. El valle de Tlacolula, al oeste, está situado sólo 20 metros más bajo que el primero.



El clima del Valle varía de una temperatura subhúmeda, en el norte, a una semiárida en el sur, con diferencias considerables en la precipitación pluvial. Actualmente el valor anual de precipitación para la ciudad de Oaxaca excede los 1500 milímetros con lluvias abundantes en los meses del verano --junio y septiembre-- y exigua precipitación durante el invierno. Las lluvias no solamente son escasas sino erráticas y su duración, intensidad y frecuencia, analizadas a lo largo de varios años, muestran variaciones importantes en sí y entre los diferentes valles; es Zimatlán el más lluvioso y Etla y Tlacolula los más secos, respectivamente. (31) El valor anual de precipitación en Guelache, situado en el valle de Tlacolula, es de aproximadamente 650 mm anuales, es decir, menos del 100% de lo registrado para la ciudad de Oaxaca. El valor promedio de Etla oscila entre los 600 y los 800 mm. Las lluvias varían mucho entre los distintos valles; sin embargo, la temperatura permanece relativamente estable tanto en la totalidad del valle como a lo largo del año, con índices que oscilan entre 18[grados]C de mínima, en enero, a una máxima de 22[grados]C, en mayo. Así, de acuerdo con los datos meteorológicos recogidos en el valle, la lluvia es el factor de mayor variación climática en el área, más que la temperatura o la evaporación. (32) Sin lluvía, los ríos y afluentes se mantienen secos, los pocos cauces permanentes se adelgazan a un hilo de agua y la población sufre sequía y hambre. El líquido se vuelve indispensable para la sobrevivencia, y su control y manejo son la clave del éxito de la producción y del desarrollo económico.



La hidrología del valle de Oaxaca está dominada por el río Atoyac, cuyo nacimiento se sitúa en las montañas de Puebla, con una extensión de 360 kilómetros hacia el sur, a través del valle central, hasta desembocar en el Océano Pacífico. El río aumenta su caudal tomando algunos arroyos de las montañas circundantes y en el valle recibe, como afluentes más importantes, el río Salado o Tlacolula y el Ocotlán. En el valle de Etla, el lecho del río es profundo; a medida que corre hacia el sur su cauce va subiendo de nivel. Más adelante, el lecho corre a nivel del suelo dejando una planicie aluvial, con fuerte humedad durante la crecida del río y en donde abundan amplios sectores de ciénegas. Cuando las lluvias son torrenciales, los ríos en la planicie pueden salir de cauce, provocando inundaciones, derrumbes y modificando en ocasiones el curso del río. (33)



El valle de Oaxaca cuenta con una larga historia de asentamientos humanos. Las exploraciones arqueológicas en los abrigos rocosos cercanos a Mitla hallaron vestigios de recolectores-cazadores desde el período Arcaico, hacia el año 8000 a. C. (34) La presencia de abundantes vestigios del período prehispánico, (35) los numerosos pueblos encontrados por los españoles durante la conquista, el anhelo de Hernán Cortés por establecer aquí su marquesado y la residencia permanente de una población hasta nuestros días confirman la importancia que las personas adjudicaron a este valle y la predilección que le otorgaron como lugar de residencia.



Es difícil estimar el número de pobladores del valle de Oaxaca en la época colonial, ya que no se cuenta con listas detalladas de tributarios. La población dominante era de indios, seguida con marcada distancia por los españoles peninsulares o criollos, los negros, los mestizos y los mulatos. Conocer el número de indígenas en el momento del contacto, aunque basado en una hipotética cifra de 350 000 habitantes, es importante porque sirve como punto de referencia para evaluar la evolución de la curva demográfica en los años posteriores. Entre todas las alteraciones sufridas por los indígenas a raíz de la conquista, ninguna fue tan desvastadora como las enfermedades procedentes del Viejo Mundo. Se calcula que para 1568 la población india había disminuido casi en un 40% alcanzando una cifra próxima a las 150 000 personas. Las dos epidemias mayores a las que se imputa la primera caída estrepitosa de población fueron la de la viruela, de 1534, y la de sarampión, de 1544. La visión que los contemporaneos tuvieron de este largo período de desolación y muerte escapa, obviamente, a la explicación moderna de la proliferación de virus y bacterias en un medio sin defensas inmunológicas. Los indígenas, como los españoles, atribuyeron las muertes y las enfermedades a un castigo divino imputable sólo a los propios indios sobre los que se ensañaba la enfermedad. En 1583, un vecino del valle de Tlacolula decía que los pueblos se encontraban "sin gente", no llegando ni a "quince indios cada uno". (36) Hacia 1630, la mortandad parece tocar fondo; se detiene en una cifra que no excede de los 50 000 o 40 000 habitantes, es decir, menos de 71 individuos por kilómetro cuadrado. (37) La pérdida del 85% de la población indígena, en tan sólo cien años, marca un episodio de grandes cambios y ajustes, entre otros, sobre el medio ambiente, redimido de la presión demográfica ejercida durante varios siglos, y principalmente sobre las formas de organización económica, política, religiosa y social de las comunidades indígenas que encuentran nuevas alternativas de adaptación en el cultivo de productos de orígen europeo, en la transformación de los cultígenos tradicionales a un nuevo mercado y en la cría de animales en los espacios vacíos dejados por los muertos. (38) La recuperación demográfica se fue perfilando lentamente, marcada siempre por la interrupción de nuevas epidemias. Si en 1740 la población indígena había ascendido a 70 000 habitantes, es muy posible que la mortífera epidemia de matlazahua y fiebre amarilla que asolaron la Sierra, Teotitlán y Nochistlán, en 1742, hayan tenido algunos efectos funestos en el valle. (39) Otra serie de epidemias de dolorosa memoria, en 1779, 1784, 1795 y 1803, (40) sombrearon el paisaje de recuperación y bienestar durante el siglo XVIII. Al término del siglo, 1790, la población indígena alcanzaba los 110 000 individuos.

(41)La población blanca se aposentaba, sobre todo, en la capital, Antequera, que no excedía de 80 vecinos en 1529. (42) La existencia de pueblos dependientes del marquesado del Valle restringió, durante la primera mitad del siglo, las ambiciones de los españoles de encontrar mano de obra y productos encomendables en buena parte de los tres valles. Una vez reducido el número de pueblos pertenecientes al marquesado, fluyó la población procedente de Guadalcázar, asentamiento original en la región de Tehuantepec, hacía el valle central. Cuando el padre Bernabé Cobos de la compañía de Jesus visitó la provincia, en 1630, contó 800 vecinos. Mientras que, en 1646, Vázquez de Espinosa estimaba que existían unos 500 habitantes. (43) A partir de entonces, su incremento fue lento pero constante. Al finalizar el siglo XVIII, la población se aproximaba a 20 000 habitantes.

 (44) La presencia humana en el valle se explica sin duda por la benevolencia de un clima templado y de una extensión plana propicia para el rendimiento de la tierra, además de la existencia del río Atoyac, médula de numerosos afluentes perennes y eventuales que bajan de las montañas circundantes, donde la lluvia era más abundante. Desaguar sus cursos para irrigar el piedemonte permite la dispersión de una agricultura de riego, aunque de manera menos segura.

Etla era la sección más fértil del valle central y donde había mayor cantidad de recursos acuíferos. La abundancia de agua y la vocación agrícola del valle de Etla no parecen haber variado mucho desde el período prehispánico: "Llamábanla los indígenas loohvanna, que quiere decir, 'mantenimiento', y era el granero de donde sacaba los bastimentos el rey antiguo de Theozapotlán para aprovisionar de maíz y frijoles a sus ejércitos".

 (45) Los indígenas adoptaron rápidamente el arado tirado con bueyes. Francisco de Burgoa afirma que en ninguna otra parte de la Nueva España se veían tantos animales para este uso como en Oaxaca. (46) En las partes más fértiles del valle de Etla, la riqueza del suelo era tan elevada que se levantaban tres cosechas al año, sin dejar de descansar la tierra. (47) De acuerdo con Burgoa, el riego en el valle de Etla era relativamente fácil y poco costoso y habían "tantas zanjas para el [riego] que los ministros de la iglesia padecen para atravesarlas." (48) En 1581 se señalan los ríos y arroyos tributarios del Atoyac de "más agua y en donde los naturales tienen los propios regadíos." (49) Existían, igualmente, abundantes tierras de aluvión, conocidas en las fuentes documentales como "tierras de humedad". Por ser tierras superficiales, las tablas de agua dejaban una extensa área de humedad muy utilizada para la siembra, cuya extensión llegaba hasta las cercanías de Zimatlán. Las avenidas fuertes de agua provocaban, también, inundaciones en aluviones bajos, haciendo el suelo muy propicio para las siembras. En las cercanías de Zimatlán, Cuilapan, Zaachila, Ocotlán y San Pedro Ixtlahuaca, las tierras de humedad eran mencionadas en las fuentes como lugares fértiles para sembrar hortalizas, así como en Tlacochahuaya y Tlacolula en el brazo sureste. (50)

La irrigación en nuestros días sigue siendo significante en el valle de Etla. En 1970, Anne Kirkby encontró que las tierras irrigadas con canales en el valle de Etla representaban el 50% de las tierras cultivadas, contra 7% del valle de Zaachila-Ocotlán y 3% en el brazo de Tlacolula. (51)


La legislación colonial sobre el uso de la tierra y el agua

La recopilación de leyes, bandos, pragmáticas, cédulas y decretos sobre la relación legal de la tierra y el agua ha sido cuidadosamente trabajada por juristas e historiadores, quienes de manera exhaustiva y competente han trazado la evolución y aplicación de la legislación en el ámbito mexicano. (52) Sin embargo, la mejor manera de conocer la forma como se aplicaron dichas leyes a la realidad es a través del estudio de los pleitos relacionados con el agua (53) A manera de recordatorio se tendrá presente el principio fundamental de la legislación española que ordenaba que nadie podía poseer legalmente ningún inmueble sin una concesión original de la corona. El virrey, como representante legal del rey, otras autoridades delegadas por ambos --audiencia, gobernadores, alcaldes mayores--, e incluso comunidades recien establecidas otorgaron concesiones de tierras, aguas, abrevaderos y pasto. Los primeros beneficiarios fueron los conquistadores, quienes además de las encomiendas y los solares para la construcción de sus casas en las recién fundadas villas y ciudades, se hicieron también acreedores a fincas de labor, estancias para ganado, heridos de molino y otras fábricas. La legislación previó también concesiones de bienes inmuebles a los colonos y a los indios; a estos últimos les fueron reconocidas teóricamente sus posesiones anteriores a la conquista.



La concesión de terrenos, solares y aguas se hacía por denuncia o petición, y era necesario que el concesionario declarara ante la autoridad competente el objeto de la demanda. Estas peticiones se conocen con el nombre de mercedes. La documentación sobre mercedes en la Nueva España es muy importante, además de abundante, ya que constituye la base jurídica sobre la que se estableció el marco legal de la propiedad inmueble, al mismo tiempo que permite explorar la geografia física, económica y social de la colonia (54)

La legislación sobre la propiedad del agua



El concepto de propiedad de las aguas en la Nueva España nació junto con el de la propiedad de la tierra y, durante mucho tiempo, fueron términos inseparables. La legislación mencionaba siempre yuxtapuestas estas dos propiedades. La presencia de agua dentro de una propiedad o la sola existencia de corrientes dentro de ella no eran títulos suficientes para conferir derechos de agua. Esta peculiaridad hace necesario rastrear en los títulos originales de mercedes de tierras la inclusión o ausencia de la posesión del agua para conocer cómo se fue otorgando el preciado líquido en el caso particular que nos ocupa, (55) ya que los derechos de agua en concesiones de tierras agrícolas no son siempre claros. Entre los tres tipos de tierras de cultivo que reconocía el sistema legal español, solamente las "tierras de pan llevar" parece que pueden ser consideradas como de riego, (56) las de "pan sembrar" y las "tierras de pan coger" presentan problemas. Las mercedes de tierras hechas en suertes, otra clasificación del sistema español, no necesariamente tenían derechos de agua. (57) Las mercedes especificadas como labores o labranzas parece que incluían derechos de agua.



La necesidad de contar con agua para el impulso de las actividades productivos llevó, pocos años después, a otorgar las mercedes de aguas sin mencionar las tierras, apareciendo entonces los títulos de mercedes de aguas solas y mercedes de aguas para riego. Las primeras se originaron de la necesidad de crear ciertas explotaciones en donde el agua era el elemento imprescindible. Los molinos de trigo, los batanes para suavizar las lanas y algodones, los molinos de ingenios accionados por fuerza hidraúlica, así como las haciendas de beneficio de plata necesitaron del líquido vital. Las mercedes para riego estuvieron ligadas a la introducción de ciertas plantas, sobre todo la caña de azúcar y el trigo, que precisaron de agua para la irrigación en los meses de sequía. Pero el riego también podía requerirse en otros tipo de cultivos, por lo que de nuevo el análisis particular es necesario.



Al fundarse las poblaciones, éstas recibían con su fundo legal agua para el abasto de la población y del ganado. El agua de uso comunal era administrada por el cabildo que ejercía el derecho corporativo, pero cuando el agua no era suficiente la ley preveía la utilización del caudal de los ríos y aún tomar aguas mercedadas para propósitos domésticos. Las mercedes de agua para la población de las villas y ciudades no estarán comprendidas en este trabajo dada la gran extensión del tema.



En general, los particulares no podían usar el agua común para regar sus campos privados. La violación de este articulo incurría en una multa pecunaria. (58) En la Leyes de Indias se habla de dejar a las comunidades las aguas, riegos y tierras en que hubieran hecho acequias o algun beneficio para fertilizarlas. (59) Las aguas no mercedadas quedaban en el patrimonio de la corona y su usufructo recaía en el bien común. (60) El sistema legal español estipulaba ciertas reglas sobre la preferencia en el uso de las aguas. La preferencia en el uso de las aguas de las corrientes de ríos, por ejemplo, no derivaba de la situación alta o baja, próxima o lejana a las riveras, sino de la antigüedad de la merced. (61) La legislación de Indias procuró que las aguas baldías se otorgaran bajo contrato de renta, o a cambio de algún bien, o se dieran en propiedad privada.



En la Nueva España existió la propiedad privada del agua. Los remanentes o aguas sobrantes estuvieron también sujetos a reglamentación. Algunos títulos obligaban a los propietarios a conducir nuevamente el agua a la madre del río, pero también se podían conceder a terceros o cuartos....

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