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La urbanización intensiva del litoral modifica el régimen de lluvias

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Las tormentas de verano se reducen frente a los temporales torrenciales
ADOLF BELTRAN - Valencia - 05/10/2009
¿Llueve más o menos que antes? ¿Qué pasa con las tormentas? ¿Por qué se producen menos tormentas en verano? ¿Por qué son cada vez más fuertes las lluvias en otoño? Millán Millán, director del centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), tiene una explicación que responde a la vez a todas estas preguntas.

En la cuenca mediterránea, cuyo sistema climático es "único", totalmente diferente de cualquier otro del globo, "los cambios de uso del suelo a lo largo del tiempo han alterado el régimen de tormentas de verano y producen un modo de acumulación sobre el mar que desencadena los grandes temporales del otoño". En otras palabras, la urbanización intensiva del litoral, la reducción de la superficie vegetal y la pérdida de zonas húmedas alteran el funcionamiento del clima mediterráneo de manera que se pierden poco a poco las tormentas de verano y se hacen cada vez más virulentos los episodios de lluvias torrenciales en otoño, como el que la semana pasada dejó, en apenas cinco días, tanta agua como en todo un año (más de 300 litros por metro cuadrado).


Investigador que participa desde hace años en proyectos de la Unión Europea relacionados con el cambio climático y la contaminación atmosférica, Millán está acostumbrado a polemizar con colegas de otros países y con buena parte de los meteorólogos, reacios a asumir sus interpretaciones. Por eso, en su despacho del CEAM, cuyas instalaciones se ubican en el Parc Tecnològic, en Paterna, despliega todo un arsenal de datos, gráficos, imágenes por satélite y fórmulas de cálculo para explicar al periodista por qué dice lo que dice.


"¿De dónde viene la lluvia?", empieza por preguntarse. Tras reconocer que la cantidad anual de precipitación es más o menos homogénea, con una pérdida no demasiado significativa de 30 litros por metro cuadrado a lo largo de los últimos 50 años, explica que son tres los fenómenos que descargan lluvias sobre la vertiente mediterránea: los clásicos frentes atlánticos, las tormentas de verano y la ciclogénesis mediterránea o los temporales de levante, que a menudo se identifican tan errónea como indiscriminadamente con lo que se denomina "gota fría".Los sistemas frontales atlánticos, que aportan aproximadamente el 20% del input hidrológico anual en el litoral valenciano, han reducido en 80 litros por metro cuadrado anuales su aportación en los últimos 50 años sobre el área interior, a más de 40 kilómetros de la costa.

Las tormentas de verano, que suponen entre el 11% y el 15% del agua de lluvia, han reducido en 40 litros por metro cuadrado su aportación en la misma zona. Por su parte, los temporales de levante, que representan el 65%, han aumentado en 90 litros por metro cuadrado su aportación sobre las zonas costeras en el último medio siglo, se han hecho más torrenciales y han crecido también en primavera. En conjunto, casi el 80% de la precipitación total sobre el litoral valenciano es de agua evaporada del mar Mediterráneo.


"El Mediterráneo, en verano, es como una olla que hierve de los bordes hacia adentro", asegura Millán para desarrollar su argumento. Durante el estío, las brisas de profundidad entran hacia el interior cargadas de vapor de agua, explica. En su camino, al enfriarse, el vapor de agua forma nubes y la evapotranspiración procedente de la vegetación y las zonas de marjal del litoral aporta a esas nubes una cantidad de humedad extra que funciona como mecanismo de disparo de las tormentas, momento en que se alcanzan los 21 gramos de agua por kilogramo de aire. Normalmente, las nubes descargan al alcanzar las montañas del interior y generan los clásicos episodios tormentosos de verano. El problema, según la investigación del CEAM, es que la reducción de la cubierta vegetal y de los humedales ha elevado progresivamente la altura en la que se forman las nubes para la descarga de las tormentas, hasta el extremo de que, en muchos casos, superan la altura de las montañas y no llegan a producir precipitaciones.


Millán y sus colaboradores han recurrido a las imágenes por satélite para corrobar su hipótesis de que ese vapor de agua, que no llega a precipitar en lluvia porque falla el mecanismo de disparo de la evapotranspiración, acaba acumulándose en estratos sobre el mar. "Los satélites nos han dado una visión global", comenta el director del CEAM, "porque nos han permitido detectar cómo funciona la olla del Mediterráneo, es decir, su modo de acumulación de vapor de agua. Hemos constatado también que la cuenca mediterránea occidental, dominada por la influencia del anticiclón de las Azores, y la oriental, bajo la influencia del Monzón asiático, tienen funcionamientos diferentes. En la primera, la acumulación más intensa se produce en verano y, en cambio, en la segunda, eso ocurre en primavera y otoño. En todo caso, el vapor de agua acaba sobre el Mediterráneo".


En la cuenca occidental, el mecanismo completo de circulación se produce en cuatro o cinco ciclos de unos cuatro días en julio y en tres o cuatro ciclos de hasta siete días en agosto, es decir, a lo largo de unos 20 días en julio y de 21 a 23 días en agosto se acumula el vapor de agua sobre el mar. "Los periodos recirculatorios", escribe Millán en un artículo científico titulado Cosas que los modelos climáticos globales no ven del ciclo hídrico de Europa y por qué, "terminan con un transitorio, por ejemplo el paso de una depresión en altura, después se reinician y pueden repetirse varias veces".


"Ese vapor de agua acumulado", añade Millán, "recalienta el agua del mar y genera un efecto invernadero sobre el Mediterráneo". Para apoyar esa afirmación recuerda que, de acuerdo con las mediciones, "la temperatura del mar era de 27 grados al acabar agosto en los años setenta y, en cambio, ahora, puede superar los 30 grados". Así, la capa de agua caliente del Mediterráneo ha aumentado de 50 metros de profundidad hasta más de 200 en algunas zonas. Eso es lo que alimenta los temporales, ya que cuesta más de enfriar y causa precipitaciones más intensas, con fenómenos tan poco habituales como los tornados. "Habrá más temporales y serán más torrenciales", vaticina el director del CEAM, quien apunta que los episodios de inundaciones por lluvias torrenciales en el sur de Alemania, la República Checa y otras zonas de la Europa central tienen el mismo origen mediterráneo.


Muy crítico con el enfoque que la Unión Europea ha dado a su política en este campo, Millán insiste en que se comportan de una manera muy diferente los sistema climáticos de la vertiente atlántica y de la vertiente mediterránea europea. Aventura, además, que los cambios que el CEAM ha descrito en el régimen de lluvias tienen influencia, no sólo en la pérdida de suelo y la agudización de la sequía en la cuenca mediterránea, sino incluso sobre fenómenos como las precipitaciones torrenciales de verano en las Islas Británicas. Esto último ocurriría porque la denominada válvula salina atlántico-mediterránea, a través del estrecho de Gibraltar, aportaría cada vez agua mediterránea más caliente, más salada y más densa al Atlántico, lo que puede perturbar el paso de sistemas frontales.


"A la gente le cuesta creer las advertencias de este tipo", asume Millán, "pero cuando la madre naturaleza avisa, hay que intentar averiguar por qué lo hace. No sirve de nada ignorar esos avisos". En su opinión, cualquier medida dirigida a hacer frente a la decandencia de las tormetas y a las modificaciones detectadas en el régimen de lluvias tendrá que pasar por reconstruir el "ciclo hídrico" que se ha ido perdiendo. La protección de los humedales que se conservan, las acciones de reforestación y una política de reutilización del agua que "vuelva a ponerla donde debe estar" son los criterios en que habría que basar cualquier actuación.
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