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Día Mundial del Agua 2022

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Aguas subterráneas, hacer visible lo invisible

Las aguas subterráneas, son cuerpos de agua que se encuentran bajo tierra, en los acuíferos, invisibles a nuestros ojos y que aún así sus efectos se aprecian en todas partes. 

Tras alimentar manantiales, ríos, lagos y humedales, las aguas subterráneas finalmente se filtran a los océanos. Su principal fuente de recarga es la lluvia y la nieve que se infiltran en el suelo y pueden extraerse a la superficie por medio de bombas y pozos.

La vida no sería posible sin ellas. La mayoría de las zonas áridas del planeta dependen por completo de este recurso, que suministra una gran proporción del agua que utilizamos para fines de consumo, saneamiento, producción de alimentos y procesos industriales.

Las aguas subterráneas constituyen una reserva esencial para el desarrollo de México ya que más de la mitad de su territorio es árido o semiárido y el abastecimiento de agua depende en gran medida de los recursos hídricos subterráneos: alrededor de un tercio del uso consuntivo total proviene de los acuíferos. Se utilizan para el riego de más de dos millones de hectáreas (es decir, un tercio del total de la tierra regada), abastecen alrededor del 70% de las necesidades de agua del sector público-urbano (60 millones de personas que viven en centros urbanos), proporcionan agua para la mayoría de las instalaciones industriales y casi toda la demanda de agua de la población rural (20 millones de personas). 

Para fines administrativos y de gestión del agua, el país se ha dividido en 653 acuíferos. El volumen total anual de recarga a los acuíferos se estima en 92.3 km3/año, mientras que 32.9 km³/año se extraen del subsuelo para fines agrícolas (70.4%), abastecimiento público (22.2%), población rural (2%), industria (6.1%) y generación eléctrica (1.4%).

El balance de aguas subterráneas a nivel nacional es positivo ya que la extracción solo representa el 35,6% de la recarga total. Sin embargo, no refleja la situación crítica de vastas regiones áridas del centro y norte de México, donde se produce la sobreexplotación de 105 acuíferos críticos y se agotan los almacenamientos subterráneos. Además, a la fecha existen 408 acuíferos con disponibilidad de agua subterránea y 245 sin disponibilidad.

Los acuíferos del centro y norte del país, donde se concentra la población y las actividades económicas de México, tienen mayores tasas de extracción de agua que las tasas promedio de recarga natural, así como menores precipitaciones anuales (50-500 metro); en cambio, existe una mayor disponibilidad de agua subterránea en el sur y sureste, donde la precipitación media anual oscila entre 1,000 y 2,000 mm. 

La mayoría de los 653 acuíferos contienen agua con salinidad inferior a 1,000 mg/L de TDS, que es el límite máximo permisible para el consumo humano. La salinización de los suelos y las aguas subterráneas salobres ocurren en zonas áridas con bajas precipitaciones y altas tasas de evaporación, niveles de aguas subterráneas poco profundas, disolución de minerales evaporíticos y presencia de agua congénita de alta salinidad. A final del año 2015 se habían identificado 32 acuíferos con estos efectos, principalmente en la península de Baja California y el altiplano mexicano.

Dado que las fuentes tradicionales de agua subterránea se están agotando o están totalmente comprometidas con los usuarios actuales y la creciente demanda de agua para usos público-urbano, agrícola e industrial, se han desarrollado nuevas estrategias para buscar nuevas fuentes y fuentes alternativas de agua subterránea, como el manejo de la recarga de acuíferos, extracción de agua subterránea salobre para desalinización y exploración de estratos acuíferos a grandes profundidades.

 

Las aguas subterráneas, son cuerpos de agua que se encuentran bajo tierra, en los acuíferos, invisibles a nuestros ojos y que aún así sus efectos se aprecian en todas partes. Tras alimentar manantiales, ríos, lagos y humedales, las aguas subterráneas finalmente se filtran a los océanos. Su principal fuente de recarga es la lluvia y la nieve que se infiltran en el suelo y pueden extraerse a la superficie por medio de bombas y pozos.

 

La vida no sería posible sin ellas. La mayoría de las zonas áridas del planeta dependen por completo de este recurso, que suministra una gran proporción del agua que utilizamos para fines de consumo, saneamiento, producción de alimentos y procesos industriales.

 

Las aguas subterráneas constituyen una reserva esencial para el desarrollo de México ya que más de la mitad de su territorio es árido o semiárido y el abastecimiento de agua depende en gran medida de los recursos hídricos subterráneos: alrededor de un tercio del uso consuntivo total proviene de los acuíferos. Se utilizan para el riego de más de dos millones de hectáreas (es decir, un tercio del total de la tierra regada), abastecen alrededor del 70% de las necesidades de agua del sector público-urbano (60 millones de personas que viven en centros urbanos), proporcionan agua para la mayoría de las instalaciones industriales y casi toda la demanda de agua de la población rural (20 millones de personas).

Para fines administrativos y de gestión del agua, el país se ha dividido en 653 acuíferos. El volumen total anual de recarga a los acuíferos se estima en 92.3 km3/año, mientras que 32.9 km³/año se extraen del subsuelo para fines agrícolas (70.4%), abastecimiento público (22.2%), población rural (2%), industria (6.1%) y generación eléctrica (1.4%).

El balance de aguas subterráneas a nivel nacional es positivo ya que la extracción solo representa el 35,6% de la recarga total. Sin embargo, no refleja la situación crítica de vastas regiones áridas del centro y norte de México, donde se produce la sobreexplotación de 105 acuíferos críticos y se agotan los almacenamientos subterráneos. Además, a la fecha existen 408 acuíferos con disponibilidad de agua subterránea y 245 sin disponibilidad.

Los acuíferos del centro y norte del país, donde se concentra la población y las actividades económicas de México, tienen mayores tasas de extracción de agua que las tasas promedio de recarga natural, así como menores precipitaciones anuales (50-500 metro); en cambio, existe una mayor disponibilidad de agua subterránea en el sur y sureste, donde la precipitación media anual oscila entre 1,000 y 2,000 mm.

La mayoría de los 653 acuíferos contienen agua con salinidad inferior a 1,000 mg/L de TDS, que es el límite máximo permisible para el consumo humano. La salinización de los suelos y las aguas subterráneas salobres ocurren en zonas áridas con bajas precipitaciones y altas tasas de evaporación, niveles de aguas subterráneas poco profundas, disolución de minerales evaporíticos y presencia de agua congénita de alta salinidad. A final del año 2015 se habían identificado 32 acuíferos con estos efectos, principalmente en la península de Baja California y el altiplano mexicano.

Dado que las fuentes tradicionales de agua subterránea se están agotando o están totalmente comprometidas con los usuarios actuales y la creciente demanda de agua para usos público-urbano, agrícola e industrial, se han desarrollado nuevas estrategias para buscar nuevas fuentes y fuentes alternativas de agua subterránea, como el manejo de la recarga de acuíferos, extracción de agua subterránea salobre para desalinización y exploración de estratos acuíferos a grandes profundidades.