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Desertificación en un Mundo de Agua

Sequía y Desertificación en un Mundo de Agua

Catedra Unesco

Durante el periodo colonial en México ocurrió una severa sequía que abarcó casi todo el territorio de la Nueva España entre 1785 y 1786, ocasionando la más grave crisis agrícola experimentada hasta entonces. La sequía y la consecuente escasez y carestía de los alimentos desencadenaron una espiral inflacionaria que duraría 20 años. Aunada a los descontentos sociales y a los problemas políticos existentes tanto en la Nueva España como en la metrópoli, la sequía es considerada uno de los factores que desencadenaron la guerra de independencia de México a principios del siglo XIX.

En efecto, los desastres naturales y la sequía en particular, constituyen detonadores de situaciones sociales, económicas y políticas preexistentes. En el momento de la emergencia afloran conflictos, relaciones y situaciones que habían permanecido latentes y que no se detectan con tanta claridad cuando la vida cotidiana transcurre sin contratiempos.

El próximo 17 de junio se celebra el día de la lucha contra la desertificación y la sequía, establecido por la ONU con el objetivo de crear conciencia acerca de los problemas de la desertificación y la sequía, que representan un serio desafío para el presente y futuro de la humanidad. El número y la duración de las sequías han aumentado un 29% desde el año 2000 y, al día de hoy, más de 2,300 millones de personas sufren a causa de la escasez de agua. Las previsiones estiman que para 2050 las sequías afectarán a más de las tres cuartas partes de la población mundial.¹

Desertificación y sequía

La sequía representa un cambio o anomalía del clima, que ocurre cuando los niveles de agua están muy por debajo de lo que corresponde en una determinada área geográfica, afectando considerablemente a las especies que crecen y se desarrollan en esa área. La principal causa radica en la ausencia de lluvias.

Desde el enfoque de la meteorología, la sequía se define comúnmente sobre la base del grado de sequedad o aridez, en comparación con alguna cantidad “normal” o promedio, y la duración del periodo seco. Así definida, la sequía debe considerarse como específica de una región en tanto que las condiciones atmosféricas que dan como resultado deficiencias de precipitación, varían notablemente de una región a otra.²

Por ejemplo, en el desierto de Botswana los habitantes consideran que hay sequía cuando deja de llover cinco o seis años, mientras en algunos países europeos, como Francia o Alemania, basta con un mes sin lluvias.

Por otra parte, la desertificación es resultado de una degradación continua de los ecosistemas de las zonas secas debido a las actividades humanas -como la sobreexplotación de la tierra, la minería, el sobrepastoreo y la tala indiscriminada- y a los cambios climáticos. Además, la erosión causada por el viento y el agua agravan esta situación al arrastrar la capa superficial de suelo fértil y dejar atrás tierras improductivas. La persistencia de esta combinación de factores acaba por convertir las tierras degradadas en desiertos.³

Los ecosistemas emergentes de estos “desiertos artificiales” son frecuentemente una mezcla pobre de unas pocas plantas y animales locales oportunistas y algunas especies exóticas que logran establecerse en el nuevo ambiente desertificado. Al no estar familiarizadas con el nuevo ambiente, las poblaciones tradicionales locales suelen emplear experiencias y prácticas obsoletas para un paisaje totalmente modificado.

La degradación de los ecosistemas debido a la desertificación y la sequía puede tener efectos devastadores para la población, la biodiversidad, la estabilidad económica y el desarrollo sostenible. En los próximos años, millones de personas se verán desplazadas como consecuencia de la desertificación. Hambre, migración y muerte son algunos efectos de este fenómeno.

En muchos lugares y tiempos históricos han ocurrido procesos de desertificación debido a la aplicación de prácticas de cultivo o pastoreo insostenibles. Tal vez el ejemplo más dramático sea la caída del imperio romano, luego de siglos de explotaciones agrícolas inadecuadas en suelos frágiles y fácilmente erosionables.

En México, es probable que el abandono de ciertas áreas de Yucatán por los mayas haya sido ocasionado por el rápido desgaste de los suelos calcáreos, generalmente de fertilidad limitada. Como vemos, el fenómeno de la desertificación no es nuevo, pero en la actualidad la degradación de las tierras cultivables ha aumentado a una velocidad entre 30 y 35 veces superior a la histórica debido a la producción y el consumo incesantes de la humanidad.⁴

Desertificación y sequía en México

México es un país con grandes contrastes geográficos. Mientras que en el sureste predominan las condiciones del trópico húmedo, dos terceras partes del territorio nacional están consideradas como áridas y semiáridas, principalmente en el centro y norte del país, donde por factores del clima llueve poco y la evaporación es elevada. Estas circunstancias lo hacen muy vulnerable a los impactos de la sequía y la desertificación.

Debido a prácticas de deficiente manejo ambiental en combinación con fenómenos naturales amplificados por el cambio climático, en nuestro país se registran severos procesos de degradación de los recursos naturales que tienen un fuerte impacto en las actividades productivas y, en consecuencia, en el nivel de vida de los habitantes del medio rural.

De acuerdo con cifras de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, más del 58% de la población mexicana reside en zonas áridas y 26% del territorio nacional está en proceso de desertificación.⁵

La desertificación, la degradación de la tierra y la sequía afectan de manera desproporcionada a las mujeres y las niñas que a menudo no tienen acceso a los recursos de la tierra, mucho menos posesión o control sobre ellos. Las leyes de muchos países, o bien los usos y costumbres, impiden que las mujeres sean propietarias de las tierras. Sin embargo, son las más afectadas por la falta de alimentos, la escasez de agua y la migración forzosa.

Por eso, el tema de este año para el Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía “Mujer: sus tierras, sus derechos” hace especial hincapié en la idea de que invertir en la igualdad en el acceso de las mujeres a la tierra es una inversión directa en su futuro y en el futuro de la humanidad.

Además de estar en primera línea de los efectos causados por la degradación de la tierra, las mujeres también pueden estar al frente de los esfuerzos mundiales para recuperar la salud de la tierra y aumentar la resiliencia a la sequía. La recuperación de tierras con perspectiva de género es una vía para reducir la pobreza, el hambre y la malnutrición.

Referencias

¹https://www.un.org/

²Antón, Danilo; Díaz Delgado, Carlos. Sequía en un mundo de agua. San José/Toluca, Piriguazú Ediciones/ CIRA-UAEM, 2000.

³https://www.un.org/

⁴Idem.

https://www.gob.mx

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