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Bóvedas de acero (The caves of steel) de Isaac Asimov

bovedas-acero“Por supuesto, algo había estado en la misma superficie geográfica antes de la actual Nueva York.

El conjunto primitivo de la población había existido durante más de tres mil años, no únicamente trescientos; pero no era una ciudad.

En aquel entonces no había ciudades. Sólo se veían amontonamientos de habitaciones, grandes y pequeñas, abiertas al aire libre. Representaban algo como los domos de los espacianos; aunque distintos, desde luego. Estos amontonamientos (el más grande difícilmente llegaba a los diez millones de habitantes, y la mayoría jamás alcanzaba el millón) se encontraban diseminados a miles sobre la Tierra. De acuerdo con los dechados modernos, tal cosa se distinguía por su total ineficacia y por su falta de economía.


El progresivo aumento de la población impuso la eficacia en la Tierra. Hasta cinco mil millones podrían subsistir en el planeta si se reducía paulatinamente el nivel de vida. Sin embargo, cuando el número alcanza los ocho mil millones, la desnutrición es una evidencia palpable.


El cambio radical había sido la formación gradual de las ciudades, tras mil años de historia terrestre. Cada ciudad se convirtió en una unidad semiautomática, que se bastaba a sí misma desde el punto de vista económico. Podía ponerse un techo, una bóveda encima, una muralla en torno y hasta hundirse bajo tierra. Se convirtió en una tremenda bóveda de acero y cemento que se contenía a sí misma en todos sus detalles.


No cabía la menor duda al respecto: la ciudad era la culminación del dominio del hombre sobre el ambiente. No los viajes por el espacio, no los cincuenta mundos colonizados que se independizaron con tanta arrogancia, sino la ciudad.


Prácticamente toda la población de la Tierra vivía en las ciudades. En el exterior estaba lo salvaje, el cielo abierto que pocos individuos podían afrontar con algo como ecuanimidad. Por supuesto, el espacio abierto era necesario. Poseía el agua, que los hombres deben consumir, el carbón y la madera que significaban las últimas materias primas para los plásticos y para las levaduras que aumentaban sin cesar.


Sin embargo, muy pocos humanos se precisaban para explotar las minas y las granjas; todo se podía dirigir a distancia. Los robots llevaban a cabo los trabajos con menos exigencias.


¡Robots! He aquí la feroz ironía. Fue en la Tierra en donde se inventó el cerebro positrónico, y en la Tierra en donde por primera vez se aplicaron los robots a un uso productivo.


¡No en los Mundos Exteriores! Por supuesto, los Mundos Exteriores siempre se comportaban como si los robots fuesen el resultado de su cultura, nacidos de ella.


De todos modos, la culminación de la economía robótica tuvo lugar en los Mundos Exteriores. Aquí, en la Tierra, los robots siempre estuvieron restringidos a las minas y a las extensiones cultivables. Apenas en el último cuarto de siglo, a instancias de los espacianos, los robots empezaron a filtrarse poco a poco en las ciudades.


Las ciudades representaban algo bueno. Menos los medievalistas, todos sabían que no cabían sustitutos, por lo menos sustitutos adecuados. La única dificultad es que no permanecían siempre como algo bueno. La población de la Tierra seguía en aumento. Algún día, con todo cuanto pudieran hacer las ciudades, las calorías disponibles por persona descenderían a un nivel inferior al de subsistencia básica.


Y todo eso empeoraba la situación, porque los espacianos, los descendientes de los primitivos emigrantes de la Tierra, llevaban una existencia de lujo en sus despoblados mundos del espacio. Estaban fríamente decididos a conservar las comodidades que provenían de sus mundos poco habitados, y para ese objeto conservaban la proporción de nacimientos con meticulosidad, evitando que los emigrantes se precipitaran desde la Tierra”.

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Huella hídrica en México en el contexto de Norteamérica, WWF, AgroDer, SAB Miller

huella-hidrica-mexico“Si sólo pudiéramos ver el 4% de lo que pasa a nuestro alrededor, seguramente habría muchas cosas que no percibiríamos, no nos daríamos cuenta que ahí están ni mucho menos podríamos hacer algo con o por ellas. Este es el caso del agua. Ahorrar y usarla de manera eficiente es algo que hemos escuchado por muchos años: cerrar la llave mientras nos enjabonamos, no lavar autos con manguera y usar sólo un vaso para lavarnos los dientes. Sin embargo, el agua de consumo doméstico (aquella que vemos correr frente a nuestros ojos mientras lavamos nuestras manos, los platos, regamos el jardín, o la utilizamos en casa) es únicamente el 4% del agua que utilizamos en nuestras actividades diarias.

Al intercambiar productos y servicios, también se canjean grandes cantidades de agua. Lo que comemos en un día, la ropa que usamos, la energía que consumimos, y todos los productos con los que estamos en contacto requirieron agua en distintas cantidades para su creación, producción o generación. Por esto, al comercializar productos, también estamos comercializando el agua que implicaron sus procesos productivos”.

Conoce el documento completo en esta liga: www.huellahidrica.org

 

The water footprint of modern consumer society
A.Y. Hoekstra
Routledge, London, UK, 2013

the-water-footprint-of-modern“Con una serie de estudios de casos, ilustra el uso del agua a lo largo de las cadenas de suministro y que el consumo de agua en un lugar a menudo se vincula con la utilización del agua en otro. Plantea la cuestión del consumo sostenible: ¿cómo pueden los consumidores, las empresas y los gobiernos involucrarse en la reducción de la huella hídrica de bienes de consumo final?”

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The water footprint assessment manual: Setting the global standard
A.Y. Hoekstra, A.K. Chapagain, M.M. Aldaya and M.M. Mekonnen
Earthscan London, UK, 2011

the-water-footprint“La gente utiliza mucha agua para beber, cocinar y lavar, pero significativamente más para la producción de artículos, como alimentos, papel y ropa de algodón. La huella hídrica se define como el volumen total de agua dulce usada para producir los bienes y servicios consumidos por un individuo o comunidad, o producidos por una empresa.

Este libro ofrece una completa y actualizada visión general de la norma mundial sobre la evaluación de la huella hídrica, como el desarrollado por la Red de la Huella Hídrica. Así, entre otros temas, proporciona un amplio conjunto de métodos para evaluar la huella hídrica; muestra cómo se pueden calcular las huellas del agua para los procesos y los productos individuales, al igual que para consumidores, naciones y empresas; contiene ejemplos detallados para calcular las huellas del agua verde, azul y gris; incluye posibles medidas que pueden contribuir a la reducción de la huella hídrica”.

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Globalización del agua
compartir los recursos de agua dulce del planeta
Ashok K. Chapagain y Arjen Hoekstra

globalizacion“Globalización del agua analiza la estrecha relación que existe entre la gestión del agua y el comercio internacional. A menudo, el agotamiento y la contaminación de los recursos hídricos a escala local están profundamente asociados con la estructura de la economía mundial. Al desarrollarse el comercio entre países y continentes se utiliza más agua para producir bienes de exportación. Cabe preguntarse si el comercio internacional permite mejorar la gestión eficiente del uso de agua o si simplemente desplaza el peso ambiental al otro lado del mundo. El presente libro propone un análisis del uso del agua de cada país a partir de la huella hídrica, un indicador basado en el consumo. Esta valiosísima herramienta pone de relieve la oculta relación que existe entre el consumo nacional y el uso de recursos hídricos en todo el planeta, lo que permite identificar países ‘dependientes del agua’. Pensado para científicos, responsables políticos y cualquier persona interesada en la relación que existe entre globalización y gestión sostenible del agua, el libro ofrece una perspectiva innovadora y datos exhaustivos, a la vez que esboza los contornos de un nuevo campo del conocimiento”.

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