Lavaderos de Almoloya, Puebla

juan-luis-bolanosPuebla, fundada en 1531, fue el principal foco de desarrollo económico, social y político de la región del altiplano sur de México, e importante centro religioso, con una de las catedrales más suntuosas de América.


El escudo de armas permite conocer los elementos más representativos de esta urbe: las grandes torres de su catedral, los ángeles que las construyeron y el agua; el vital líquido fue el elemento principal que permitió el asentamiento humano; ríos y manantiales fueron esenciales para el desarrollo de la ciudad.

Conforme Puebla fue creciendo, su población necesitó agua para cubrir sus necesidades básicas, una de las cuales era lavar su ropa.

Desde 1704 se mencionaba la existencia en el barrio de San Francisco y Doctrina de Santa Cruz (hoy calle 10 Norte a un costado de la 14 Oriente), de una casa con lavaderos y tres manantiales de agua junto al lavadero del río San Francisco (actualmente Boulevard 5 de Mayo). Este tipo de lugares eran sumamente demandados por las lavanderas de la ciudad, que desde su fundación debían buscar los nacimientos de agua que se encontraban fuera de la zona urbana, cargando su bulto de ropa, un jabón que ellas mismas elaboraban, y buscando una piedra donde tallar; este oficio fue ejercido principalmente por indígenas, negras y mulatas.

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Los lavaderos de Almoloya, en Puebla. Foto: http://pueblaheroica.blogspot.mx/2012/09/lavaderos-de-almoloya.html.


La necesidad de agua y un lugar donde lavar originó la construcción de los primeros lavaderos públicos, los más emblemáticos fueron los lavaderos de Almoloya, construidos por 1863, después de la demolición de unos más antiguos, ya muy dañados.

Contaban con una pileta central que distribuía el agua hacia 20 lavaderos. Su nombre se debe a que ahí se localizaba el ojo de agua de Almoloya (que significa "Agua que brota"), en donde se celebraba el día de San Juan Bautista.

En los lavaderos, las mujeres muchas veces dirimían sus diferencias y manifestaban sus coincidencias; de ahí la frase: “ahí en el lavadero”, que no pocas veces fueron testigos de enojos y amistades; también eran el centro de información, donde se publicitaba lo privado, como señala una frase muy utilizada: “lo oyó en el lavadero”.

Ahí se lavó la ropa del rico por encargo y los andrajos del pobre por necesidad. Abundancia de agua sin desperdicio, alimentó asimismo los famosos baños de San Juan Bautista: “Quien quiera bañarse con agua pura y cristalina tiene que ir a los baños de San Juan Bautista”, rezaba la publicidad.

En tal sitio, mi abuela todavía lavó la ropa de mi padre, sus dos hermanas y, por supuesto, la de ella, allá por 1945; en ocasiones llevó la ropa de un tercero para ganar unos pesos que ayudasen al sustento de la familia, hasta que la modernidad la alcanzó con una lavadora blanca de una sola tina que mi padre conservó hasta 1990.

Si hubiera encontrado más historias, que seguro las hay, podría entretenerlos con ellas toda la tarde y el artículo de esta revista sería más grueso que un libro de la SEP; sin embargo, cierro mi colaboración invitando a los lectores a que si visitan la capital poblana, los lavaderos son un paso obligado (aunque sea sólo por fuera, para conocer su fachada) después de conocer la majestuosa iglesia de San Francisco y el centro de convenciones. Los lavadores de Almoloya cerraron en 1983, y aunque actualmente no se puede entrar, ya que sólo se abren para actos públicos, como exposiciones de arte, se pueden apreciar muy bien desde la acera que los separa de la calle y en la noche bullen de recuerdos.

Si quieres contactar al autor de esta nota, Juan Luis Bolaños Berruecos, puedes escribirle a: This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.

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